Si. Estoy nervioso. Tengo miedo, alegría, pánico y alivio en un mismo cuenco. No sé qué explicar o que decir para que vuelva el pulso natural de mi vida. Y, ahora mismo, estoy pensando las palabras que quiero escribir… algo que nunca había pasado en estas páginas. Era todo instintivo, era todo natural, sin pensar, crudo, raudo y veloz. Y sólo puedo mirar el horizonte de una habitación finita. Hay algo que quiere explotar, lo noto, late cada vez más fuerte. Pero quiero pensar…
Relato romántico
Soldado en caja vacía.
A la atención del comandante superior en funciones, he aquí mi informe:
Mi viaje ha concluido. Todo ha salido satisfactorio. Se han realizado las tareas que se me encomendaron. Sin detalles que destacar.
Salvo uno.
La incredulidad que no defraudó.
Estoy intentando respirar con normalidad, este frío no acompaña. Paso firme, ligero, intento no quedarme atrás porque había fuerza que me quería impedir avanzar. No había otra opción, a pesar de buscar miles de otras cosas durante toda la noche. No se me quita esto que no salía en mucho tiempo, pero de verdad, que no fuera pasajera, que no fuera simple y llanamente del momento, que me acompañara día, tarde y noche; aunque no supiera diferenciar el tiempo.
Hoy, te quiero…
…decir, contar y hacerte olvidar las palabras que quiero plasmar.
Me dijeron que contar traería toda la mala suerte de mi alrededor. Que no marcara las fechas, que no decidiera soñar por los acontecimientos, que no viviera si aún no soplaba el viento. Lo hice. 13 días de Febrero hasta el momento. Y, cuando llegó, dejé todo cuanto soñé porque me quedé sin argumentos. Y lo peor es que no se equivocaron porque de mi nube me echaron.
La chica que quiso ser simplemente ella.
Puede que historias así nunca hayan sido contadas simplemente porque son normales, porque pasan desapercibidas a los ojos desentrenados, a los ojos que no quieren ver más allá de su convicción. Esta puede ser la historia más simple que puedas leer en la vida y, si te parece así, puede que debas de leerlo de nuevo, de que pienses que si estás preparado para conocer a las personas como son y no como aparentan, ya que, si lo piensas, nunca llegas a conocer a alguien por muchos conocimientos que tengas sobre ella, ¿cómo conocerás a esa persona con 15 minutos de lectura? Las personas son como una saga de libros, puedes leerte el primero y el segundo, algún día encontrarás el tercero y te contarán por ahí que se está escribiendo un cuarto. Y el final llegará cuando esa persona desaparezca.
Taquicardia.
He encontrado este tema por casualidad, mientras leía una novela. Me ha llegado a capturar tanto que he tenido que dejar el libro sólo para prestarle atención. Eso no es tan grave, pensaréis. He dejado el libro en el capítulo final, a una página de acabarlo.
Querida amiga.
Querida amiga, dos puntos.
Contactaba contigo para saber de ti, ya que hemos perdido el contacto después de tanto tiempo sin poder vernos. ¿Qué tal estas? ¿Y tu familia? Espero que bien. Me acuerdo mucho de ti cuando recuerdo todos los momentos vividos en las vacaciones y en los momentos en los que podíamos contactar y estar juntos de diversión. Es un problema que vivamos tan lejos pero no podemos hacer otra cosa.
Sombra.
Tengo miedo a escribir. No por ningún motivo, sólo que tengo miedo. No tengo miedo a decir algo que no sienta, algo que no se debe saber. Sólo tengo miedo a escribir con esta sensación. Nunca lo he hecho, siempre he escrito cuando estaba en diferentes situaciones, por eso escribía bien. Pero creo que debo, creo que tengo ganas de hablar con alguien. O, pensándolo mejor, puede que tenga miedo a volver a escribir después de tanto tiempo. Ni siquiera me acuerdo cuando fue la última vez. Es lo bueno de la vida, el miedo hace ganas por querer vivirla. Y me duele la cabeza, los nervios me atacan el estómago y vivo entumecido. Quizás me esté volviendo loco, aunque dicen que hablar solo estimula y mejora la concentración o solución del problema. ¿Problema? Ja. Dulce.
Infinitos infiernos de locura desatada.
¿Alguna vez has estado en ese momento en el que empujarías a todo el mundo al suelo e irías a por la persona que necesitas y saldrías corriendo del sitio en donde estuviera? Yo lo he deseado. Pero nunca he tenido la oportunidad. O la persona. Sólo una figura.
Surcos de tazas de té.
Siempre me encantó visitar el conservatorio. Desde pequeño, paseaba por allí. No estaba inscrito, no me había presentado a las pruebas. Pero me permitían estar por allí. Los profesores siempre quisieron saber quién era pero se conformaban con mi sonrisa al escuchar alguna pieza o con mi atenta mirada a las manos de los alumnos. No sabían mi nombre. Nunca preguntaron, tampoco lo dije. Paseaba como si fuera mi casa, el hogar de mi imaginación. Hasta que el sueño cambió. El director del centro se dio cuenta de que no era alumno, de que estaba allí entrado a clases sin tener permiso, sin estar pagando matrícula. Y por un instante, pensó que era horrible. Mientras que me arrastraba por los pasillos hasta la salida, yo gritaba y gritaba, suplicaba de que me diera permiso para observar, que jamás molestaría o interrumpiría a los alumnos. Ni mis lágrimas ni mis lamentos fueron suficientes. Tan sólo un grito final revelando mi mayor secreto detuvo sus pasos. Confesé. Sin pensar en nada, ni en las consecuencias. El director se agachó, me miró fijamente y me lo preguntó. No era mentira, había dicho la verdad. Asentí con la cabeza. No podía pronunciar palabra alguna, la presión pudo con mis cuerdas vocales, las miradas de las personas alrededor nuestro se clavaban como frío hielo en mi pecho. Sólo recobré el calor de mi cuerpo cuando escuché la palabra ‘acompáñame’ del director. Me dejó libre para que le siguiera. Limpié mis lágrimas en la manga, me arreglé la ropa y continué sin reparo. Subimos a la última planta, caminando por un pasillo mal iluminado. Se detuvo en frente de una puerta, se volvió a mi y me lo preguntó de nuevo.