El nombre oculto de las paradas de metro de Berlin

Alexanderplatz/Rosenthaler Platz

El palacio de Sanssouci se hace pequeño si la espera es en silencio. Silencio de tren que asoma como el frio de la mañana en una ciudad industrializada.

Ella esperaba en silencio, evadiendo todo y a todos. Ni el estruendo de los frenos pudo perturbar aquella serenidad. Solo tenía unos minutos antes de salir y nadie se los iba a quitar. Con aquella barbilla hundida en el pecho, mientras su mano evitaba las posibles heridas, descansaba su mirada. O evitaba regalarla. Como un canario encerrado en su jaula, solo podíamos ver su pasividad y su vida pasar. No creíamos que su control era suyo y no nuestro. Teníamos todo lo que ella nos ofrecía, pero sin adquirir propiedad.

Su mirada perdida encontraba el camino a casa. Sus piernas cruzadas evitaban el contacto directo. Su respiración contenía al mundo. El halo de seguridad protegía incluso cuando lo necesitaba.

Ella dudaba de la confianza depositada en su objetivo. Dudaba si los alrededores eran sanos o hechizos. No tenía la exactitud de la medición de todos los estados. Por eso, lanzaba miles de miradas instantáneas para analizar y desatar el desequilibrio universal. Lo consiguió.

Me encontró en una de ellas. Lo que ella no sabe es que capturó un alma débil, abatida. Cansada de tener todas las oportunidades, pero no aprovechar ninguna. De no tener fuerzas para agarrar lo que más necesitas alcanzar. Como pájaros despegando de un estruendo, ahora no tenía suelo firme para la estabilidad que necesitaba aguantar esa mirada.

Desatada de la tranquilidad, miraba por la ventana esperando a cuál era la próxima parada anunciada. Yo rezaba por otra mirada. ¿Qué necesidad tenías de saber cuánto tenías que bajarte de ese tren si estabas parando el tiempo? Incongruencias en forma de respuestas inexistentes. Detalles que me hubieran gustado tener. Información por la que nunca podré traficar entre ojos y corazón.

Jugaba con su pelo, olas de Hokusai oscuras como el carbón recorren su frente, como saltos inmortales de dioses jugando en el vacío. Quería apartarlo porque le molestaba, quería mantenerlo para ocultarse entre la selva oscura en la que se encontraba. Ella estaba causando tempestades dentro y fuera del tren. Manipulaba el espacio creando la lejanía de su cercanía, del abrazo cálido en una tormenta como el aire frío de la nocturnidad de un desierto.

Despierto.

Mamá me sujeta la mano. Le devuelvo el apretón cada vez que coincide mi mirada con el ojo del huracán. La tempestad está cada vez más cerca. Siento pinchanzos como si la tensión estuviera cortando el riego de mi vida. ¿Qué me está pasando?

Papá está de pie delante de nosotras, pero evita tapar que vea el anticiclón. Creo que se ha dado cuenta de que he sido secuestrada, de que me solté de sus brazos pero ahora vigila a su nena ir a por los columpios de los adultos.

Ahora doy las gracias por no haberme abrigado más, ya que la calidez que transmite sus suspiros de inquietud me traslada al calor del hogar, a ese en el que me encuentro rodeada, pero desconozco. ¿Cómo puedes trasladarme tan lejos sin poder moverme de este tren abarrotado, abandonado a la suerte de la siguiente parada?

Yo de blanco, ella de negro. Yo morena y ella evadida. Todos nuestros caminos como corrientes invisibles cruzando el tren. Los espacios son infinitos entre nosotras, pero siento como los latidos se acercan hasta rellenar los huecos. Los detellos de luz no quieren perderse el camino a su infinito reflejo. Hay algo que perturba el ambiente.

“¿Qué te ocurre, viento del norte?” decían mis ojos con gran fuerza. Gritaban para que pudieras escuchar a través del cristal. “¿Qué necesitan tus manos para que no pasen el frío que evitas al rozarlas? ¿Tus manos de porcelana se descascarillan al luchar por un segundo de tranquilidad?”

Vuelves a cruzar la mirada, como si te hubieras percatado de que espiaba a través de la mirilla diminuta que forzaba a crear por intentar captar todos los detalles.

Creo que sabías que era el momento. Lo anunciabas sin hacer un solo gesto. Creabas el ambiente de que ya era tu partida y tu sendero estaba ya marcado. Llegó la parte en la que decides coger todo lo material que traes contigo y, con total aburrimiento, preparas las pocas fuerzas necesarias para poder levantarte. Para despejar el paso de almas desconocidas. Con desprecio porque necesitas el sendero, pero no quieres deberle las palabras a los que no las guardarán con cariño.

Espero que cruces de nuevo la mirada. Espero que abras la cárcel en la que me encuentro para que sea de nuevo libre. Espero a cuál es la siguiente señal. Pero la espera solo me confirma que eres libre y yo no. Que andas por el mundo mientras que los demás nos arrastramos buscando oxígeno del agua de la tierra. No queremos interponernos. No podemos permitirlo.

No vamos a molestarte, no vamos a jugar a sacarte una sonrisa. Queremos que nos enseñes que hay una vía en el surco del cielo que vas a generar en tu estela boreal. Que por mucho que queramos decirte lo bonito que haces que sea el día, tú solo brillas por naturaleza, no por necesidad.

Aquí se unen los caminos de miles de personas, pero solo genera luz una sola. Los semáforos de la estación se abren para el paseo real. Lo noto y lo siento. Está escrito. Esta es tu parada, aquí te conviertes en la chica de Alexanderplatz.

Me despiertan. Ahora de verdad.

Es mamá ajustandome la hiyab. Siempre atenta, cuidando de su pequeño bencejo. Papá me levanta la barbilla con su mano áspera, lanzando la mirada de preguntar si estoy bien. Asiento con un brillo en los ojos, del que le gusta descubrir para saber que sigo fuera del muro de ladrillos. Un profundo calor como el de mi familia me reconforta de tal forma que esta fría banqueta no es rival en la lucha de los sentidos.

Atenta quedo allá donde vamos, donde seguimos buscando una vía de escape en este domingo genérico de clima natural de la época. No sé dónde se fue todas las personas que habían alrededor, solo quedamos nosotros tres en este mundo. Mamá, papá: ¿rozaremos la felicidad allá donde nos dirigimos? ¿nos tocará la ruleta de la fortuna de las estrellas?

Mi sueter blanco crema solo sabe jugar con el movimiento. Me desequilibra los pensamientos. La abuela lo tejió con todas las vidas que soñó que podría conseguir. Las líneas que cruzan son tan finas que puedes confundirlas con las de la vida. Me perturbo en detalles minúsculos. Ya he perdido el hilo. Ya he sido deslumbrada por la luz.

Otra vez me he convertido en otra vida imaginaria. Otra vez me he confundido y no he actuado en la escena. Otra vez seré el árbol número 3 de la actuación de la obra. Solo queda esperar a soñar de nuevo o esperar a que lancen la cuerda desde lo alto de este cálido pozo.

Esta vez ya no quedan títulos nobiliarios para mí. Yo siempre seré una constructora de fuertes imaginarios. Estaré vigía pintando en los techos y demostrando que existen formas áureas que pintan los días de los mortales.

Yo me bajo aquí. Mamá y papá se bajan conmigo. El sueño se queda en el vagón soviético de la esperanza. Nuestra ruta es el mercado de pulgas. Queda la inspiración entre los cajones de sueños rotos y de otras manos.

Buscaré más colores, pequeña luz. Habremos abandonado el medio, pero no el motivo. Creo que me has dado la idea de Platón, la que no perderé entre sombras falsas ni ideas vagas.

Creo que quiero ser también quiero un nombre. Quiero que me recuerden por luchar una vida entera. Quiero aparecer en registros. Quiero que me recuerden, pero que no coincida con la específica necesidad de ser mi nombre.

Seré la chica de Rosenthaler Platz.

Hoy será el día en el que no soltaré mi vida tan fácilmente.

Conversaciones profundas de bocas mudas y miradas completas

No he vuelto aquí para contar algo diferente, sino renovado. Sigo buscando entre las estrellas porque me he olvidado de tener los pies en la tierra. Ahora estoy en un punto central buscando una imagen enfocada, con detalle. Ya aprendí que vivir en automático ayuda a la estabilidad, pero no a la perpetuidad.

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Todas las estrellas que observan aquello que ya no puedo ver

Hay un momento que ocurre cada día en el que dejo todo aquello que estoy haciendo para poder respirar profundamente. Aguantar todo el aire para poder respirar y ahogarme en un pensamiento nulo, algo que no consigo entender dentro de mí. Pero está ahí, bloqueando todo, no dejándome continuar. Y ese segundo de pausa, ese maldito segundo de pausa es el que me destruye el momento. Acciones que abandono como si hubiera olvidado qué estaba haciendo, como un robot continuando a la siguiente acción.

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A las tantas me declaro.

A las tantas me declaro

Porque a estas horas no me permiten correr por el único espacio que me puede pertenecer en esta vida, me dedico a mirar de lado a lado. Ya no se me ocurre qué hacer, gritar no está escuchado ni desde las plateas más acústicas. Ya solo me queda intentar ordenar lo poco que me queda. Como siempre, nunca se espera que diga las cosas claras, será porque soy un misterio o porque nunca he sido abierto ni siquiera en el campo. Las pocas veces que lo han vivido pocas personas ha sido para ellos un sueño y para mi un desperdicio a fondo descubierto.

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Perdido en un encuentro.

Ni siquiera la musa se aparece para darle vida a esto. Aburre al escritor y al momento. Ya ha perdido la fuerza o que la fuerza nunca estuvo. Casos posibles de la imposibilidad completa. Con voz grave seguiremos, para dar tono de seriedad. O para parecer que queremos ser escuchados. Se perdió el mundo, porque no estaba firme en el firmamento.

Alma que sabe, no es precisa. No actualiza su criterio, permanece en la lluvia. Algo brilla y quiere saber el qué, aunque no lo pueda ver en con sus ojos, ya que pertenece a ellos. El espejo contará la verdad o, al menos, contará contigo. No fallará porque la física no lo permite. Por mucho que sea destruido, siempre habrá una parte que refleje el sentido que se busca.

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Limbo.

O perdido en un algo que ni sé explicar.

Llevo ya mucho tiempo en un estado apatía perpetua. Ni lo bueno ni lo malo alegra. Ni para uno ni para otros. Es algo que jamás experimenté durante tanto tiempo, que en una línea temporal de mi mente no tiene cabida. Supongo que los reinados siempre acaban, ya sea por muerte o jubilación. Muchos años en el trono, alguien tenía que bajar de la cúspide.

Estados alterados que nos ofenden, no por insulto, sino por quedarse tanto tiempo en el sofá. Si al menos limpiara algo del alma, no sería tan estorbo. Las raíces hacen fuerte al árbol más leve, cuasi hercúleo. Pero los niños viven de los sueños y no hay más que no llegue por el tiempo. No hay menos que llegue por altura.

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No es por mí, excepto por mí.

Escribiré esto tan tarde como pueda.

De nuevo en una locura. Miles de pisadas para capturar de nuevo, pero no igual, los sitios en los que me quedé y dejé de respirar por un instante. Hoy habrá luna, pero miro al suelo. Hoy habrá grandes pasacalles, pero yo voy cuando ya marcharon las emociones.

Hace tiempo que no escucho estos tonos. Canciones que repito una y otra vez sin cesar. Justo ahora mismo. Cerrando la mente e imaginando una y otra vez entrando en este momento. Veo la sombra múltiple que entraban en una noche mágica. Respirando con dificultad. Hay más ruido que de costumbre. Un día tranquilo, pero pronto vendrá la calma. Todo el mundo habla en su medida, pero la congregación calla cuando escuchan el suspiro profundo de un chico que añade la brisa que buscas en cualquier tarde de verano, dejando sin respiración al público expectante por las luces que emergerán pronto de aquellas vistas.

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Los cinco grandes pilares de Roma.

Desde que llegué a ese lugar, no sé cómo no he podido recopilar información acerca de cómo se movía este inmenso imperio. Podría esperar miles de horas sentado en los sitios clave y jamás sería capaz de descifrar el misterio que rompe mis noches en vela y que los baños más largos no limpian de mi piel todo el centro al que me dirijo.

Señor, le juro que sé hacer mi trabajo, sé cómo realizar la tarea que me encomendó, pero este es un caso especial, único e irrepetible. Podré hablar de todo lo que viví y no llegaría a plasmar todos los detalles mínimos. Hay miles de notas escritas por todos mis aposentos, carpetas llenas de sueños y momentos escritos. Todo ello guardado con sumo cuidado y con toda la información. Pero ni eso me ayudará a realizar esto adecuadamente.

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