No es por mí, excepto por mí.

Escribiré esto tan tarde como pueda.

De nuevo en una locura. Miles de pisadas para capturar de nuevo, pero no igual, los sitios en los que me quedé y dejé de respirar por un instante. Hoy habrá luna, pero miro al suelo. Hoy habrá grandes pasacalles, pero yo voy cuando ya marcharon las emociones.

Hace tiempo que no escucho estos tonos. Canciones que repito una y otra vez sin cesar. Justo ahora mismo. Cerrando la mente e imaginando una y otra vez entrando en este momento. Veo la sombra múltiple que entraban en una noche mágica. Respirando con dificultad. Hay más ruido que de costumbre. Un día tranquilo, pero pronto vendrá la calma. Todo el mundo habla en su medida, pero la congregación calla cuando escuchan el suspiro profundo de un chico que añade la brisa que buscas en cualquier tarde de verano, dejando sin respiración al público expectante por las luces que emergerán pronto de aquellas vistas.

Cruzando la calle, en aquella parada de bus, donde ni se esperaba ni se encontraba dirección, decidí que allí permanecería parte astral de mi composición. Brillaría siempre en el momento oportuno dentro de la cabeza que perdí como el que pierde el bus por pensar que le sobra el tiempo y espera a todo el mundo. Dejaré allí parte de los planos de construcción de mi propio ser, quiero que pertenezcan allí por si algún día me pierdo, que sepa todo el mundo que allí me hicieron respirar apretando.

Ahora tiene sentido el nombre de este paseo estrecho en el que no se escapa nada ni nadie. Ahora doy valor al sentimiento que apellida los historiadores al descanso de las luces ya apagadas. Doy valor a la oscuridad aunque los focos deslumbren fuertemente al pasar. Se escuchan voces, pero no prestas atención. Se escucha algo desde el maldito corazón.

Recuerdo contar las baldosas hasta llegar hasta aquí. Me perdí cuando llegué a mil. Me confundieron las pulsaciones. Conté las grandes piedras para sentarme en el exacto de alguna cuenta futura. 1, 2, 3 y 4. Y me apoye. Más el alma que el cuerpo. Me da la vida aquel momento de paz. Ahora mezclo momentos para vivir lo que no puedo hacer a diario. Y como un diario, día a día volveré, porque aún no se han acabado las hojas donde escribo un rastro de grafito.

Una vez más, tumbo mi cuerpo más allá en el juego de la gravedad. Pero será grave si sigo jugando. No pisaran mis pies para tener un punto de apoyo. Helio tienen los pulmones con los que aguanto la respiración. Aguanto y no sé por qué. Y a los pies de alumbrados me quedo sin aire. Como pasó y no recordaré en carne y hueso por obra ajena al pintor. Solo puedo escuchar la palabra ‘mágico’, no sé si por la repetición en el entorno o por los milagros que quería crear por obra y gracia de este ser humano.

Descansa, pero no para. Vive, pero no revive. Aguanta, pero no usa guantes. Todas las leyes de seguridad se olvidaron al filo del entorno. Ya empieza a doler la cabeza. Ya empieza de nuevo los mareos, esos que no se van ni en cama ni en aviones. Hoy vendrá el sueño porque será necesario para continuar el viaje. Pero el viaje no tiene fin, la carretera es imaginaria. Y mi penitencia es infinita.

Como mi estupidez, ninguna.

Estas luces que un día brillaron parpadeando en la piel más transitada en mi mente, ahora dan respiro para esta alma que anda con rumbos preestablecidos, pero sin finales alternativos. 37 mil pasos de penitencia voluntaria hay debajo de mis pensamientos. Busco la puerta para salir de esta calle. Era un milagro y lo reconoceré. No lo olvidaré.

Momentos de ancianos que viví antes de la vida intermedia, que disfruté cómo mi mente moría lentamente o se fundía como helados de verano escuchando historias. Ya sea como sea, como diga el taxista o el recepcionista, no quiero morir. Bailar sería una buena opción. Me volvería completamente del revés si volviera a la pista de baile, donde me perdía al son de los pasos de una mente que cautivaba hasta los niños curiosos que creían que íbamos a ver animales enjaulados.

Borré la cuenta de días en los que creía haber sanado. ¿De qué me sirve dibujar palos en la pizarra si ya me los doy yo cada día? Ya no se me olvida… tarde, pero la lección ha sido aprendida. Debí de haber sido más egoísta, de haber querido más, fuera de teorías y haber encontrado verdades en las prácticas de avance.

Uno lee, antes y después. Y estas palabras no son tan magnificas como lo hacía antes. Leyendo en la historia, las musas fueron demasiado generosas en otra época, que ni yo creo que escribiera tales cosas.Supongo que aquellos textos que se perdieron fueron los mejores. Uno no se queda con el guion de la película, se queda con las imágenes. Y mi móvil no se aclara entre porcentajes de batería y cientos de fotos perdidas.

Ojalá aquel despertador no hubiera sonado. Ojalá aquella puerta hubiera sido más pesada…

Descansa.

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