Taquicardia.

He encontrado este tema por casualidad, mientras leía una novela. Me ha llegado a capturar tanto que he tenido que dejar el libro sólo para prestarle atención. Eso no es tan grave, pensaréis. He dejado el libro en el capítulo final, a una página de acabarlo.

Éstas son las palabras que pude y quise escribir después de sufrir leves taquicardias a lo largo de este tema. Puedes acompañarme, si lo deseas.

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Surcos de tazas de té.

Siempre me encantó visitar el conservatorio. Desde pequeño, paseaba por allí. No estaba inscrito, no me había presentado a las pruebas. Pero me permitían estar por allí. Los profesores siempre quisieron saber quién era pero se conformaban con mi sonrisa al escuchar alguna pieza o con mi atenta mirada a las manos de los alumnos. No sabían mi nombre. Nunca preguntaron, tampoco lo dije. Paseaba como si fuera mi casa, el hogar de mi imaginación. Hasta que el sueño cambió. El director del centro se dio cuenta de que no era alumno, de que estaba allí entrado a clases sin tener permiso, sin estar pagando matrícula. Y por un instante, pensó que era horrible. Mientras que me arrastraba por los pasillos hasta la salida, yo gritaba y gritaba, suplicaba de que me diera permiso para observar, que jamás molestaría o interrumpiría a los alumnos. Ni mis lágrimas ni mis lamentos fueron suficientes. Tan sólo un grito final revelando mi mayor secreto detuvo sus pasos. Confesé. Sin pensar en nada, ni en las consecuencias. El director se agachó, me miró fijamente y me lo preguntó. No era mentira, había dicho la verdad. Asentí con la cabeza. No podía pronunciar palabra alguna, la presión pudo con mis cuerdas vocales, las miradas de las personas alrededor nuestro se clavaban como frío hielo en mi pecho. Sólo recobré el calor de mi cuerpo cuando escuché la palabra ‘acompáñame’ del director. Me dejó libre para que le siguiera. Limpié mis lágrimas en la manga, me arreglé la ropa y continué sin reparo. Subimos a la última planta, caminando por un pasillo mal iluminado. Se detuvo en frente de una puerta, se volvió a mi y me lo preguntó de nuevo.

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Lugares.

Lugares. De esos que te sientes en casa o  te sientes fuera de lugar.
Cualquier lugar donde estés lejos de lo que es el lugar al que perteneces. De esos lugares en los que te gusta estar pero no quieres quedarte para siempre. En esos lugares donde el desconocido llega a conocido y el amigo puede llegar a enemigo. El lugar que nosotros decidimos estar.

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El daño de las palabras dulces.

Son las 1:35 AM. No tienes sueño, no tienes ganas de hacer nada pero tienes tiempo de decir, de pensar un poquito y plasma alguna que otra cosa que te ronda por la cabeza. No esperes un texto largo, sólo es un pensamiento que tengo desde hace unas semanas y no quiero ni darle importancia ni darle un texto largo que no se merece. Vamos a ver que escribo.

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El protector de tus sonrisas.

Un día decidí que quería ser especial para ti, que dijera un día, por ejemplo, hoy te voy a sacar una de tus sonrisas y quiero que la mantengas durante todo ese día. ¿Por qué no? Es perfectamente lo que los humanos nos definimos: metas. ¿Acaso me vas a negar que pueda conseguirlo? ¿Acaso vas a intentar detenerme? ¿Acaso hay otra persona que me diga que no es mi obligación? ¿Quién es el que me pueda parar aquí mismo, bloquearme y negarme cualquier cosa que deseo? No hay nadie, no hay ser que haya nacido en este mundo terrenal que me diga que no puedo ser algo que necesites o, por lo menos, alguien que sólo te diga ‘no quiero verte triste y no lo voy a permitir’. Es fácil. Soy cabezón, no lo dudes.

Puedes negarme perfectamente todo lo que necesites, puedes pararme y decirme que no te hace falta. Y lo comprenderé. Y me quedaré detrás, apartado, hasta que lo necesites, hasta que te haga falta. No hay prisa, la muerte nos ha dejado toda una vida de ventaja porque sabe que va a ganar, así que, ¿qué perdemos nosotros por arriesgarnos en algo que se no está negando o que puede ser algo difícil de conseguir? Es triste que no quieras dejarme pero no puedo obligarte a nada, no pienso coaccionarte, entiendo que eres persona, que no tienes por qué ser obligación de nadie, que el sí no es una respuesta obligatoria, sino opcional, porque lo desees, porque lo prefieras.

Sólo me gusta tu sonrisa, por eso me preocupo hasta ciertos niveles de hipocresía propia. No quiero que nadie estropee una sonrisa tan maravillosa, una mente que necesita ser feliz y un corazón que necesita ser querido. Nadie me puede impedir que sea tu protector de sonrisas o, en cualquier caso, el creador de ellas. El mundo no se merece que las ocultes, al contrario, necesita que sean libres. Que hagan pensar a qué se deben, a dar envidia a otras sonrisas de por qué no pueden sonreír ellas así. Es una razón de orgullo propio, tú me ayudaste, ahora quiero ser parte de una historia, ser parte de un momento y ser objeto de tus miradas.

Y si tú me lo permites, ¿quién me lo impide?

🙂

No hay momento de escribir.

Empiezo a crear una nueva publicación, incluyo título y empiezo a escribir, a dejar que mi imaginación extienda cualquier mínimo detalle que pueda leer en ese título, que llene estos huecos blancos que necesitan letras de esperanza, de amor, de tristeza, de motivación, de algo que pueda dar sentido a algo, a una idea, a un sentimiento o a un gesto. Comienzo a escribir pero no llegan las palabras, quiero creer en algo pero no puedo ni imaginarlo, puede que esté apagado, puede que esté desestabilizado, puede que las mentes insensatas hayan corrompido cualquier texto que pudiera crear en un futuro. Pienso, respiro y recapacito… ¿Qué escribo? ¿Qué quiero expresar en estos momentos? Quiero escribir de tantas cosas, de tantos hechos, de tantas ocasiones pero me veo atascado en un mundo de paradas, de advertencias que mi mente quiere dar a conocer, que avisa de que no será buen momento de escribir eso, de que eso puede ser algo mortífero en manos de los humanos, algo que se puede volver en mi contra y no poder sentir más de lo querido, de lo deseado. Sabiendo que pueden darme arena de desayuno, no puedo esperar a que mis errores sean arreglados después de ser publicados. Por eso, recapacito, pienso y me cuesta escribir.

Puede que últimamente me hayan hecho demasiada objetividad en mis palabras, puede que esté en mi mejor momento y escriba las frases más tristes de mi boca, puede que esté hundido en la miseria, arrastrado a lo oscuro pero mis deseos crecen y sólo quieren expresar las cosas más bonitas que puede escribir este simple mortal. Me cuesta escribir porque antes no se me consideraba algo al que leer para considerar y reflexionar sobre mi mente y mi sentimiento, puede que antes pensara que estas palabras era solo una mera diversión de mentes, textos que creaba, disfrutaba escribiendo y luego viendo cómo la gente sonreía sobre los textos, se peleaban por sus propias interpretaciones y discutían por mi creación. Ahora mis textos son tomados en consideración, mis textos son extrapolados, descifran cualquier mensaje, desactivan cualquier modificación que pueda hacerle. Es increíble la capacidad de asimilar cosas que no tienen que ver pero pueden acertar en cierto modo. Sé que mis textos están basados en mi propia experiencias, sé que puedo modificar recuerdos y crear nuevos eventos pero, al final, siempre son momentos míos… Sentimientos, pensamientos, deseos y latidos del corazón que expreso e intercambio ideas con mis textos.
Creo que no puedo escribir fácilmente en estos momentos de conexión instantánea de personas. Sé que puedo escribir mejor algo que no publicaré a algo que escribo directamente sobre los medios que me permite este servicio. No dejaré que nada apague mis letras, daré todo lo mejor de mi creatividad, avanzo y mejoro con vuestras vidas, con vuestras lecturas. Quiero, deseo y progreso. Son mis palabras para la creación de cualquier texto. ¿Necesitaré ayuda para crear nuevas ideas? Puede que sí, que la necesite. O puede que, en realidad, toda la idea de bloqueo que tengo sea una mera idea frágil que, cuanto me de cuenta de lo que me impide, desaparezca. Sólo quiero volver a escribir como siempre. Imploro a la deidad que quiera apiadarse de esta mente inquieta que libere de las cadenas que están oprimiendo a esta mente. Las ideas quieren fluir pero los conductos están bloqueados. Nunca olvidéis que para ser uno mismo, el ser tiene que estar libre.

Me gustaría ser alguna historia tuya.

¿Qué somos las personas si quitas todas nuestras partes degenerativas? ¿Si quitas todo lo que hemos quitado comprado, adquirido o marcado en nuestro cuerpo? Somos historias. Tiernas, libres, agradables, tristes, emotivas, dañinas, creadoras de viajes instantáneos y de recuerdos olvidados. Una vez me dijo alguien que si quería que se me recordara en un futuro lejano, que me preocupara por hacer todo lo mejor en esta vida y no sólo en un efímero momento de mi vida. Puede que por eso sea diferente, que no único, a otras personas. Me tomos los sentimientos diferentes al resto pero parecido a muchos. A veces, lo que una persona se acostumbra a hacer a muchos, puede no dañar a casi nadie pero siempre puede llegar el presente en forma de persona a la que puede afectarle mucho cualquier simple gesto. Y esto es a lo que me refiero. Ese momento de cambio. Ese momento en el que buscas ese amor que anhelas, que sufres por vivir y que sólo tú quieres, deseas y gritas por él pero no puedes hacer nada para acelerar el proceso. ¿De qué sirve? De empeorar las cosas. Quieres que pase ya, quieres conseguirlo inmediatamente pero ¿es eso lo que quieres? Te lo diré yo. No quieres eso. Tú quieres algo a lo que disfrutar cada momento, cada pizca especial que esa persona te pone. Quieres que la frase se convierta en cuento, el cuento en relato, el relato en historia y la historia en libro. Pero para ello se necesita que la frase tenga sentido, que haya frases nuevas, momentos al los que introducir nuevas ideas, nuevos y bellos recuerdos, momentos de amargura y soledad. ¿Y qué es la vida si todo fuera bueno? ¿Y qué es lo que vives si todo te saliera bien? ¿Y si te dijera que no existe este bien? Si, llámame loco. No existe el bien o el mal, el bienestar o el malestar. Es lo que nos infunde la sociedad. Estás “bien” en este momento, sabes que es lo mejor. ¿Y por qué correr hasta el día de nuestra muerte? La muerte sabe que va a ganar, ¿por qué no cogerle ventaja disfrutando todos y cada uno de los momentos que necesites? ¿Y por qué no disfrutar del amor que está ahí esperando? ¿Y por qué no disfrutar de las personas a las que quieren apoyarte, disfrutarte y amarte? Nadie te está pidiendo que entregues todo a cada una de las personas, nadie quiere que lo hagas. Disfruta, crea nuevas frases, historias, relatos, para completar al final, un capítulo de tu vida, la cual, no querrás que tenga dos capítulos, sino muchos, a los cuales cada uno le tendrás un cariño especial, un amor ideal y pensado sólo para ese momento. ¿Y qué importa que la gente no lo vea bien? ¿Y qué importa si no le es agradable a todos? Eres tú mismo en tu vida. Tú disfrutas, ellos lo ven.

Por eso es ella lo que me hace sonreír cada día. Yo disfruto con un ente, femenino, con una sonrisa que me da fuerzas, un brillo en los ojos que dices que es imposible ser de día si hay dos Lunas en tu propia habitación y no sabes como no dejar de mirarlas. O cómo su pelo recorre su faz, pelo fino cual hilos que recorren de oeste a este su rostro, ocultando y mostrando poco a poco su cara, su bonito rostro, como cualquier entrada a una obra de teatro. La magia está ahí y el telón le da ese toque de ansia por descubrirlo todo. Y sabes que su cuerpo, allá donde esté, te pertenece. Sabes que puedes recorrerlo todo con un simple dedo y pensar que es demasiada tierra sin explorar, sin disfrutar y sin acariciar. Piensas, acostado en tu dulce cama, dónde estará ella ahora mismo, de qué lado estará yaciendo de forma cálida, disfrutando de lo que su mente quiere jugar, quiere dar rienda a su imaginación involuntaria. Y por qué no hacerle un lado en tu propia cama, aunque ella no esté, suspirando, sonriendo a un hueco vacío que sabes que alguien ocupará. Y porque imaginar eso no tiene nada de malo, al contrario, es la creación de un espacio en tu vida, que llegará, ocupará y te encandilará. Hará que sólo sientas calor en las noches frías y frío en los momentos más tiernos y cálidos que jamás hayas pensado. ¿Por qué no creer en un amor que no existe todavía? ¿Y quién dice que no existe? Sólo está jugando al escondite. Pero tú no lo sabes, ella no lo sabe. Hasta que entre todos los factores en juego. Sabes, que de una forma u otra, aunque ahora no lo creas, llegará alguien que le mires fijamente a los ojos, aunque pienses que de otra forma no puedo mirarla ya que esos ojos me tienen hipnotizado, y le digas que es ella la razón que puede cumplir todos mis deseos, todas mis metas y que tú, por muy duro que sea el camino, querrás luchar por ella, conquistarla, hacerla sentir como si no hubiera nadie más en el planeta, llevarla a los sitios más agradables y convertirlos en las historias perfectas que quieres añadir en el capítulo de amor de tu libro. Porque no sólo eres tú, también a ella le gustaría ser parte de alguna historia tuya.

🙂