Taquicardia.

He encontrado este tema por casualidad, mientras leía una novela. Me ha llegado a capturar tanto que he tenido que dejar el libro sólo para prestarle atención. Eso no es tan grave, pensaréis. He dejado el libro en el capítulo final, a una página de acabarlo.

Éstas son las palabras que pude y quise escribir después de sufrir leves taquicardias a lo largo de este tema. Puedes acompañarme, si lo deseas.

 

¿Sabes? No sé por qué he parado de hacerlo. Quizás, ni siquiera te diste cuenta. Puede que no sientas esa pizca que ha desaparecido de mi actitud. Eso que siempre he llevado bien, porque lo evitaba. Lo guardaba dentro de mi. Eso tan bonito que yo quería ocultar para no sentirme frágil de nuevo, para no sentirme vivo una vez más. Quería probar lo que era ‘aguantar’ y ‘disfrutar’ de ese pequeño ‘escozor’, de eso en lo que la gente se pasa horas buscando, ya sea dentro de una cueva o fuera en el cielo. Eso que no pensamos mucho antes de probarlo, de eso que necesitamos como la droga más dura después de que se acabe. Tenía ilusión, ganas y esfuerzo para no mostrarlo más, porque estaba siendo yo. Algo que no ha visto mucha gente, porque yo nunca he sido visible. Y, cuando lo he sido, ha sido debajo del mar. En el que puedes verme, si, pero borroso, indescriptible, perdido en las olas. Todavía recuerdo ese leve abrazo en el que me activó algo más que las ganas de sentir el calor de un ente físico. Sabes que no miento, sabes que quiero pasar en tu camino. Pero creo que el calor se ha pasado. Puede que ese calor sea a causa de una quemadura… del frío hielo.

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