Lenguaje de programación.

Dicen que los fantasmas flotan porque las piernas de su vida terrenal se cansaron de andar. También sé que me encanta empezar estas cosas con “Dicen que…” y se me acaba de ocurrir por pura casualidad. Crear mundos debería de ser un trabajo remunerado. Llevo meses construyendo uno propio y no puedo sacar provecho de él. Ni ayuda ni protege. Ni entra en caos ni genera orden.

Confundes amor con admiración. Utilizada en muchos ámbitos, da razón a muchas acciones equivocadas, a muchas situaciones invertidas de mente-realidad. Sí, hay gente que no distingue, que no permite que las cosas sean ser lo que son y no hacer que el haz de luz ilumine truenos sordos que no ciegos. No diré ‘no sé si me explico’, no lo pretendo. El camino es vuestro.

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Alguien en mi cabeza y no soy yo.

Si. Estoy nervioso. Tengo miedo, alegría, pánico y alivio en un mismo cuenco. No sé qué explicar o que decir para que vuelva el pulso natural de mi vida. Y, ahora mismo, estoy pensando las palabras que quiero escribir… algo que nunca había pasado en estas páginas. Era todo instintivo, era todo natural, sin pensar, crudo, raudo y veloz. Y sólo puedo mirar el horizonte de una habitación finita. Hay algo que quiere explotar, lo noto, late cada vez más fuerte. Pero quiero pensar…

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La incredulidad que no defraudó.

Estoy intentando respirar con normalidad, este frío no acompaña. Paso firme, ligero, intento no quedarme atrás porque había fuerza que me quería impedir avanzar. No había otra opción, a pesar de buscar miles de otras cosas durante toda la noche. No se me quita esto que no salía en mucho tiempo, pero de verdad, que no fuera pasajera, que no fuera simple y llanamente del momento, que me acompañara día, tarde y noche; aunque no supiera diferenciar el tiempo.

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Hoy, te quiero…

…decir, contar y hacerte olvidar las palabras que quiero plasmar.

Me dijeron que contar traería toda la mala suerte de mi alrededor. Que no marcara las fechas, que no decidiera soñar por los acontecimientos, que no viviera si aún no soplaba el viento. Lo hice. 13 días de Febrero hasta el momento. Y, cuando llegó, dejé todo cuanto soñé porque me quedé sin argumentos. Y lo peor es que no se equivocaron porque de mi nube me echaron.

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Por quién replica la campana. (aka Bell.)

¿Alguna vez has sentido, bajo el agua de la ducha más caliente, el tacto al comprobar que tu piel se ha erizado tan fuerte que ni siquiera se ha dado cuenta que estás cubierto del agua? ¿Que pasas la mano una y otra vez pero sigue tan erizada que no se pasa? ¿Que notas cada uno de los componentes que forman tu vello corporal y notas todas las gotas a la vez? ¿De encoger todo tu cuerpo porque es una sensación tan frágil y tan difícil de conseguir que quieres disfrutar del momento? ¿Y de ese pequeño descuido de enamorarte por tu piel en ese estado que has olvidado el por qué de este suceso y se ha desvanecido? ¿Si? ¿No?

¡Qué más da! Lo importante aquí soy yo, que lo he vivido, que lo he sentido y he llorado cuando ha desaparecido.

No sé en qué pienso, qué hago o qué disfruto. Ahora mismo muero en su aroma. Ese que, a pesar del viento que encoge mi cuerpo, no se va. Supongo que una vez no ha sido suficiente, que he necesitado una segunda ración. Y a por una tercera. Y a por una cuarta. Y a por una quinta. Y a todas las posibles.

Creo que cada vez que te veo, recuerdo todas las palabras, todos los momentos, todos los roces de miradas… ¿Por qué no puede ser así todos los malditos días de mi vida? O más de vez en cuando, JODER. Quiero tenerte a cada segundo, sigo borracho de la última vez que me dijiste que querías estar a mi lado. O, al menos, eso quise escuchar. Eso escuché. ¿Por qué no pasó? No lo sé. ¿Qué soñaré contigo, quimera? Si. Siempre. Y lo demuestra cada sueño en el que sales. No pienses que eres una segunda mano en mi vida. Jamás… Nos separamos peligrosamente y, al menos yo, lo estoy pagando. Puede que ya no te acuerdes, de esas magníficas tardes, noches y días que estaba a tu vera. A la sombra, esa que dabas a 1 centímetro, un metro, un kilómetro, una distancia completa, daba igual. Sigues alzándote como un rayo de sol en el firmamento. Es verte y me crece la sonrisa hasta tu pelo. Larga y amplia. Querría estar en tu pelo, pertenecer a él.

Fallé. Me merezco sufrir, quimera mía. Por favor. No sé ni lo que quiero pensar. Ni pedirte. Tu olor ya me ha nublado de nuevo. Otra vez, otra maldita vez… Estoy perdido en tu vida. Pendiente de ti. Y lo peor es que te olvido porque todavía no hemos cerrado el trato, ¿verdad, quimera mía? Algo que nunca pasará. No sé por qué vivo en carreteras antiguas cuando podría vivir en autovías ya preparadas. Supongo que me gusta el riesgo, supongo que nunca sé cómo reaccionar. Supongo que nunca supe cómo acabar el bordado. Supongo que no llegué a amarrar en el muelle. El barco se fue y se hundió. O eso pienso, o eso no quiero creer.

Es el problema de los inocentes: tontos hasta el final. Y si llega el final, el tonto se va. Y el tonto es el que sueña y luego llora. Y es que el tonto, hasta que no aprende, sufre en constante armonía. Arriba y abajo. Sufre y sueña. Sufre y suena. Sufre y muere. Algún día el tonto… ¿aprenderá? Lo dudo.

Píntame en la piel, cántame al oído, escribe en mi corazón, diseña mi mente, controla mi cuerpo, monta a mi espalda, fabrica mis pasos. Pero haz tu arte, yo seré lienzo libre de pensamiento. Poséeme como obra, cómprame con palabras llenas de vida. Haz lo que quieras, corazón. Pero déjame vivir en tu caparazón.

Estamos destinados, pequeña quimera. Tú siempre serás mi sueño y yo siempre seré una persona más.

Sombra.

Tengo miedo a escribir. No por ningún motivo, sólo que tengo miedo. No tengo miedo a decir algo que no sienta, algo que no se debe saber. Sólo tengo miedo a escribir con esta sensación. Nunca lo he hecho, siempre he escrito cuando estaba en diferentes situaciones, por eso escribía bien. Pero creo que debo, creo que tengo ganas de hablar con alguien. O, pensándolo mejor, puede que tenga miedo a volver a escribir después de tanto tiempo. Ni siquiera me acuerdo cuando fue la última vez. Es lo bueno de la vida, el miedo hace ganas por querer vivirla. Y me duele la cabeza, los nervios me atacan el estómago y vivo entumecido. Quizás me esté volviendo loco, aunque dicen que hablar solo estimula y mejora la concentración o solución del problema. ¿Problema? Ja. Dulce.

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