Soldado en caja vacía.

A la atención del comandante superior en funciones, he aquí mi informe:

Mi viaje ha concluido. Todo ha salido satisfactorio. Se han realizado las tareas que se me encomendaron. Sin detalles que destacar.

Salvo uno.

Es horrible cuando te quedas solo en el vehículo, mi comandante.

Donde no se escucha ni un alfiler. Que la respiración de uno mismo, saca los peores instintos jamás pensados. Hace florecer unos pensamientos que sólo se quieren tener en el último momento de la misión. Pero ha sido inevitable, no me he variado de mis funciones, me he mantenido firme.

No he podido olvidar las palabras que me comentó aquella persona que me espera en casa. En esa casa que un día detalló Leopoldo Alas ‘Clarín’. Las palabras sólo deseaban acompañarme en un buen momento. Pero las extrapolé en aquel momento en el que grité, ya que nadie podía escucharme. Lo grité.

Grité de rabia, mi comandante.

Grité tan fuertemente que no pude vocalizar después. Me di cuenta de que hay personas que consiguieron curarnos las heridas en un segundo, cuando otras personas no lo hubieran conseguido ni con toda la vida por delante. Porque, si lo piensa bien, mi comandante, valió la pena la espera. Me recuperé, me alivié y mejoré en todo lo que soy. Y lo sentí tan fuerte dentro de mi, que prefería seguir enfermo sólo para buscar la cura. Pero me esperan en casa. El mismo tratamiento. El mismo fin.

La felicidad, mi comandante.

Porque antes contaba los días hacia atrás y ahora me falta calendario para tachar. Ahora imploro al tiempo, hacerme más viejo, porque sé que así perderé espera, ganaré paciencia y guardaré lágrimas para cuando la vida me niega volver a casa.

¿Sabe lo que hice, mi comandante?

Me relajé estirando el brazo al asiento del copiloto. Encontré la tranquilidad pero no el motivo. Eso me tranquilizó de una forma u otra. Porque me hizo pensar en el sitio en el que quiero estar, en el momento que quiero vivir y en el aire que quiero sentir. Que aunque tenga que conducir hasta altas horas de la madrugada, sé que hay una sonrisa acompañando, una cara dormida, una cara alegre, una persona que quiere seguir el camino. Allá donde me lleve el viento.

Pido permiso para hablar con sinceridad, mi comandante,

Quiero ver a esa persona.

Abrazarle de tal forma, que tengamos que inventar un nuevo oxígeno que respirar entre los dos.

Sentir la fragancia que quiera ser, ya que crearemos un nuevo aroma que pierda los sentidos.

Quiero tener el mundo en mis manos, ese que no pensamos que entraría pero encajaba perfecto.

Quiero vivir la sensación de que me necesita y yo le necesito.

Porque es lo que vivo… que le necesito más que una ducha fría en un mal momento.

Porque es el momento. Aquí estaré esperando a partir hacia casa, mi comandante.

Atentamente,

un soldado de corazón.

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