21 de Febrero.

“¿No había un blog llamado así? Sí, y un twitter y una persona. Mejor que lo que escriba seguro que es. Ve a visitarlo: 21-defebrero.blogspot.com.es”

‘Ta tara ta ta-ta’, suena en la canción que se reproduce mientras escribo estas palabras. Quiero ver que escriben estos dedos fríos y entumecidos. El 9 de Diciembre parece tan lejano. Fue la última vez que escribí. ¿Os prometí que escribiría cada semana? No os mentí, es que no os debéis fiar de nadie. Ni de vosotros mismos. ¿Pensáis lo que sois en si vosotros mismos? Yo lo pienso a veces. Pero dicen que no hay que pensarlo mucho, que te llaman egocéntrico. El egocentrismo es la palabra que sale cuando dicen que eres mala persona. Supuestamente, piensas en ti y en nadie más. Puede que pienses en todos menos en ti, pero puedes convertirte en lo que no quieres. Es la maravilla del ser humano. Tú decides ser lo que los demás quieren que seas. Pero, aunque lo desees con toda tu alma, aunque te conviertas en lo que tú más necesitas, siempre habrá alguien que venga con toda su alegría y carisma que te pondrá una soga al cuello, enlazará una etiqueta a la cuerda y te etiquetará de lo que a él/ella/ello le dé la real gana. Porque ganas no nos faltan a los seres humanos, fuerza no es el enlace que necesitamos, puede que sueños nos sobre, pero lo que en realidad falta es lanzar la carta a la mesa. Cada uno tenemos nuestras cartas, cada turno nos toca poner una, o eso dicen las reglas, y nosotros, como jugadores, decidimos qué haremos: lanzamos o pasamos turno. Y pueden que te digan que juegas mal, aunque tú hayas inventado el juego. Es lo bonito de tener una opinión: todo el mundo tiene una y cada uno defiende lo suyo. Porque de eso se trata, quieren hacernos ‘suyos’. Quieren poseernos aunque nunca jamás volvamos a ser necesarios, es la avaricia del ser humano. ¿Avaricia? Miento. La tremenda necesidad de tener un salvavidas debajo de sus enormes y grandiosos egos. ¿Pensaste que iba a decir culos? Allí es donde lo guardan. Porque nos sentimos aplastados, como si tuviéramos que llevar la carga. Como camellos… Nos arrastran kilómetros y kilómetros para sus necesidades y ellos deciden cuando debemos parar, beber y vivir. Me gusta Nietzsche, por eso hablo de camellos. El ‘yo debo’ de los camellos se debe de acabar. Tenemos que vivir por el ‘yo quiero’, de convertirnos en leones y decidir lo que queremos nosotros. Pero los leones no sobreviven en la jungla, la jungla decide por los leones. O eso quiere decir la sociedad, quiero decir, la jungla. Porque ellos tienen sus reglas, tienen sus normas impuestas y no quieren que te salgas de sus limites, vaya que pienses por ti mismo y eso no sería razonable. Dejemos de ser animales… Seamos niños, sin reglas, sin necesidades, sólo la imaginación, de practicar eso al que llaman ‘amor’ por todo lo que nos ayude, nos necesite o nos diga lo bonito que somos cuando sonreímos.

“Necesitaba otro párrafo, me he ahogado hasta yo, el niño de los párrafos sin poner ni uno. Ofú.”

Dicen que mirar desde arriba es bonito, dicen que mirar desde abajo es bonito. ¿Por qué no dicen de mirar y ya está? Asesinemos las rutinas de seguir lo que quieren los demás. Miremos y ya está. Tan simple, tan fuerte y tan perfecto. Perfección que no existe pero se aproxima a cómo debe de ser. Porque ser algo es lo que nos gusta. Y lo que nos gusta es lo que debemos perseguir como acosadores, aun arriesgando nuestra propia seguridad. ¡Qué macabro!

Decidí un día abrir un mirador en los muros infranqueables en los que me escondo. Fue una tarde maravillosa, según la persona que observaba en esa pequeña grieta. Yo me sentí igual o mejor. Ni lo sé, ni me acuerdo, por suerte o por desgracia. Pero si alguien fue feliz, ¿por qué no permito más? El egoísmo se apodera de mi, ¿no? Puedo presuponer que si. O que no me atrevo a enfrentarme como debería. ¿Debería de hacer caso a las señales? Más que señales, personas. Más que personas, amigos. Más que amigos, ayudas que te esta tendiendo esa vida que tanto odias. Pero el egoísmo se apodera de mi, supongo. Ahora mismo, siendo sinceros, llevo toda la tarde intentando estar rodeado de personas, aunque no hable en toda la tarde, la habitación está llena y no sola conmigo. Eso me hace sentir mejor. Eso no me hace sentir nada. Es como una forma de evitar lo inevitable. O separarse de lo mejor para estar en lo peor. Quién sabe… no estamos aquí para resolver dudas. Este sueño no sabe dulce, por lo que parece.

¿Qué cosas dije? Ni idea. ¿Qué pienso? Lo sé perfectamente. Ni tú ni nadie puede contradecirme de mi lucidez. ¡ESTAMOS LOCOS! Y más si vas a hacer caso a un dicho y a una persona sin control sobre ella misma. Porque claro, la sinceridad muere cuando las personas deciden que mueran. Porque 167 horas de las 168 horas que componen una semana no son necesarias. Digamos que la gente se ha creído demasiado las letras de the Beatles, es necesario 8 días a la semana, aunque sea técnicamente imposible. Aunque resulte bonito, nadie le quita la razón a the Beatles.

Y sigue tocando a la puerta pero yo no puedo abrir más. No quiero abrir más. Quiero silenciar cada momento que diga. No es necesario, no hace falta más. O puede que quiera decir eso porque el ciclo anual se completa y yo quiero no recordar cuando quise darme fuerzas para intentarlo. Puede que esa mirada que me mostraste fue cuando todo acabó y las oportunidades eran prácticamente nulas desde que salí de mi casa o desde que ni te conocía ni te había soñado nunca. A mi siempre me gusta recordar el pasado, ese momento que sí existía. Digamos que, si pudiera, te silenciaba de este mundo. No porque quiera perderte. Sino sólo por sufrir un poquito menos de mi estupidez, de mis esfuerzos no gastados, ni lo que de verdad era necesario. Puede que sea una tontería lo que vives, me esperaré todavía a convertirme en gato, ahora que nadie se acuerda de que puedo hacerlo.

Y fin. O miau.

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