Materialista por distracción.

Me he enterado de que esto es un estilo y no una vocación. Pensaba que era un don y sólo es otro pez en un acuario. Se ve la profundidad, pero no el límite. Cristal puro, nadie sale, todo el mundo aplaude. Supongo que no podía ser especial por un tiempo tan grande como una vida o como un invierno eterno en los congeladores. No podía durar más. Y me alegro de que el mundo haga de automático por la vida.

He pensado por un segundo en vivir en el frío suelo. Ese que no se dobla, ese que no se pierda. Y, por mucho que caves, sigue siendo suelo. Se crea en el momento. Me sobra lo que me da la necesidad al verlo. Me estorba que esté todo ordenado. Y me estorba no poder andar de esquina a esquita por esta soleada habitación sin que tenga que hacer un curso de escalada y montañismo. Ahora me sobra todo, soy egoísta y quiero un poco de lo que no tengo. Llenar el ojo antes que la tripa. Dice así. Por no ser pescadero y dejarse de ojos, directo a limpiar tripas.

Es otro de esos momentos en lo que puedo sentirme tranquilo, en los que debo de sentirme feliz porque me han cedido espacio, me han dado un poco más de libertad de lo que poseo en mi propia casa. Y, cuanto más relleno los huecos de este espacio explorado, me doy cuenta de que sobra todo lo que puedo obtener. Me dura la felicidad lo que tarda en enfriarse el objeto que cojo, examino y coloco cuidadosamente en el corazón de algún ebanista sueco o explotado.

La materia ni se crea ni se destruye, sino se transforma. ¿Y el hueco de la materia? ¿Se desplaza? Es lo que intento explicar sin tener que esperar a que se compongan las letras en su línea. Los huecos que tenemos se van llenando, pero no desaparece. Ese hueco vuelta a otra zona, a un sitio más seguro del que no puedas conocer existencia. Y si paras de intentar rellenar huecos, sólo sirve para abrir más agujeros en el tejado de la granja donde creciste. No se va a arreglar solo si no te pones manos a la obra. Queda mucho trabajo por hacer.

Sube la cifra, aumenta la cantidad, disminuye el espacio y mi neutralidad sigue intacta. Hay veces en las que me gustaría echar la llave y que volara todo. Que me dieran la voluntad por ello y continuar un camino que he pausado. Querer surcar sitios que no puedo permitirme por esta mala costumbre de gastar lo que me hace ‘libre’ en este mundo. O, al menos, me da la sensación de libertad. Es lo que me otorgaba en tiempos remotos.

Pero, ¿qué sería yo sin esos huecos? Un espantapájaros. De los buenos, no los de las películas que buscan sueños locos y que acaban cuando termina el film. Pensad. El cuerpo es la esencia. Y si falta, lo ponemos. Y si sobra, lo dejamos. No hay más. Queremos una maldita granja donde cultivar lo suficiente para andar. De criar lo que queramos construir. Y malvivir de la forma suficientemente mínima para vivir.

Buscamos sueños efímeros porque no queremos hacer viajes largos.

¿Qué más dará los kilómetros si lo que importa es lo que se haga de mientras?

Dejaros de gilipolleces absurdas.

Dejad las cosas.

Liberarse.

Ser como la mañana.

El día que te conocí.