Elizabeth. [Parte 1 de a saber cuantos]

Es curioso como los humanos nos centramos en una cosa y perdemos el sentido completo de la misma. Queremos finalizar cuanto antes y tener todo el tiempo del mundo… sin problemas, sin complicaciones y conseguir la libertad ansiada por todos. Nos dan la clave y queremos escribir toda la melodía sin ni siquiera pensar en los tiempos. Nos enseñan el camino, pero ni siquiera el lector digital del reproductor puede hacer zona una mínima pista.

Pero seguimos con los ojos vendados, hacia delante. Si pararnos a pensar. Maldito Booker… Siempre con prisas, siempre con tu maldita frase repetitiva; tu trabajo definitivo, tu paso final para el principio de tu vida (otra vez). Pero no lo llegamos a pensar bien… sabemos que no hay mal en nuestras acciones; que queremos demostrar que no hay algo que nos tumbe, que podemos con todo y con todos… y no nos damos cuenta de que, indirectamente, estamos haciendo más daño que ayuda.

Elizabeth, desde el primer momento que te vi, sabía que tú liberarías el camino de este hombre con prisa, sin pausas parar respirar. Tu inocencia y tu ayuda relajada era todo lo que necesitaba, a pesar de que él no se daba cuenta de todo lo que hacías por él. Querías vivir todo lo posible en aquel mundo de las nubes, pero él sólo quería bajar, tenía prisa por todos y para todos. Pero no cuando de verdad hacía falta… Ahora es hipócrita, cuando ya no es necesario… ahora sabe decir no, aunque ya es demasiado tarde.

Ya no quedarán los momentos que tanto se proyectan en el techo de las habitaciones comunes a los descansos. Ya no quedan más desayunos ingleses de sonrisas y miradas. Ya no quedarán esos bailes de sombras corriendo por los pasillos, rozando el calor que proyecta la piel por nuestros sentidos.

Echo de menos los silencios en los que yo me sentía incómodo.

Porque todas las historias pueden ser símiles, puede parecerse… puedes verte reflejado en todo lo que algún mortal haya escrito… pero siempre llegas al mismo punto: a tu propia historia. Yo no puedo ser bautizado para finalizar con lo acabado, no es tan simple en este faro. Sería muy fácil hacer una carga rápida en algún punto semi-lejano, cuando tenías todo el tiempo del mundo y te sentías seguro de que podías conseguir todo lo podías soñar y más allá.

Porque yo lo tenía todo y no devolví absolutamente nada.

A veces, me ciega la vida de multicolor que tengo en mi visión. Pienso que todo está bien porque quiero que todo esté bien, pero sé que no es verdad. Ahora sé que no es verdad. Piensas que todo se puede manejar, que todo es llevadero a los mismos niveles y hay que ser caprichoso, cosa que nunca aprendí. He perdido mucho de lo que yo era por desgaste, no había luces que pudiera avisar…

Me hundió mi propio sentimiento. Me cegó esa luz cálida a la que tanto me abrazaba. Mis propias manos crearon el jarrón de arcilla en el que me sería el ánfora del escondite perfecto. Yo mismo creé una ficción dentro de la realidad y no supe salir de aquella vasija… Platón no nos engañaba: los necios no harían nada por saber qué eran aquellas sombras.

Ya lo decía seguramente alguien en alguna época… todo no puede ser bueno, ni todo puede ser malo. Equilibrio. Tan fácil como como pulsar una tecla, tan difícil como perder lo imperdible. Debemos de ser científicos… aprender las matemáticas de la vida, empezar a medir y a controlar factores. Pero no sirve de nada si quieres hacerlo todo milimétrico, serás un cateto más de la ecuación.

Ya sólo queda degradarse. No hay suerte más allá desde la cuesta en la que quedé pendiente. No queda ganas ni fuerzas para sonreír una vez más. Exagerado, pensarás. Ya está quejándose otra vez; me gritan a mi alrededor. Lo sé, lo sé… no hay fin aún. Lo sé. Pero quiero hacer el punto y coma más grande que se pueda hacer.

Sueño por verte otra vez por las calles de París, Elizabeth. Aquellos momentos en los que tu fuerza brillaba por tu alegría y conseguías todo lo que veías. Que esos paseos en atardeceres morados fueran un océano en el que perderse más que de olvidarse. En aquellos momentos donde el tiempo era limitado por el toque de queda y perdía el autobús a propósito una vez más por disfrutar de la melodía de la noche.

La pregunta por la que dejé de escribir… sé contestarla. Escribía porque me sentía solo… como ahora. Escribía porque necesitaba contarle a alguien algo que sentía, pensaba o me pesaba por dentro, pero no había nadie a quien contarle ni había paciencia para soportarme. Las fechas están claras, están puestas. Todo coincide… Y me dirás que hay cosas que no tienen sentido. Lo sé. También quería contar la felicidad fuera de mi mismo. Quería transmitir ese sentimiento que estaba vivo y no de nuevo, porque era único. Ahora hay muchas más tardes en las que pienso si debería dejarlo. La gente que me rodea tiene peores cosas como para soportar mis pequeñas rabietas. Y esto sólo ayuda a entretener al que me lee…

Este texto ya no tiene sentido. Ha cambiado tanto de dirección que el hielo en el vaso se ha diluido… Venía a contar lo que he gritado en mi soledad y no he dicho nada. Tenía ganas de expresar toda la poca vida que poseo y no lo he hecho. No sé afrontar la verdad porque no la quiero en mi vida. Puff, laísmos. Seguramente veréis este texto como “Elizabeth” o algo por el estilo. El título lleva escrito días en mi memoria. Os contaré un secreto. Iba a ser un texto de dos columnas. La de la izquierda iba a hablar de Saturno y la derecha iba a hablar de la imagen de una Elizabeth de una historia en algún faro. Pero me he desviado totalmente. Si has llegado aquí, te felicito.

Algún ser mitológico vino y me absorbió la vitalidad. No me reconozco ni a mí mismo, aquí hundido en la silla. He cambiado a mi cama, necesito cambiar de espacio. Ahora me encuentro en la playa. De nuevo en la puerta de mi casa. El mirador está vacío, como siempre y más con esta lluvia. Y otra vez en esta cama. Creerás que te engaño, pero no sabes lo desesperado que un loco puede estar para haberse escrito estas líneas en hora y media.

No sé si me multaran por repetir las palabras. Podrían hacerlo por mentir. Se me da muy bien. ¿Lo único? Posiblemente. Puedes hacerme una pregunta o decirme que intente hacer algo, pero no van los tiros por ahí ni yo nado por esos ríos. Me pasé esta vez con la fantasía. Este cuento no para en mi cabeza. Se me olvida respirar porque mi función básica ha cambiado. Vivo por las noches porque Morfeo no me deja dormir. Evito los días porque el sol quema y no estoy hecho para aguantar altas temperaturas. Lo hago todo mal y no hay manera de cambiarlo. Me sale todo mal y el mundo no me ayuda a mejorarlo. No hay suerte, ni gloria ni fuerza de voluntad.

Sólo quiero dejar de llorar. Quiero dejar de pensar en que ya no hay más cuento que la ilustración de la contraportada de este libro. Quiero conducir sin ver los carteles malditos, que la radio no me grite y me hagan explotar a primera hora de la mañana. Quiero volver a tumbarme y respirar con normalidad. Quiero mirar al techo y saber que no hay límite, ni tope ni final que dibujar en el cielo. Todos y cada uno de los recuerdos que inundan mi mente forman una presa reteniendo todo lo que pueden antes de que pierda más presión.

Solo necesito una pedrada más. Une mi frente con la tuya, cierra los ojos y di que esto es una pena. Abrázame fuerte y limpia mi alma cinco minutos más. Déjame flotar en el mar e intentaré llegar a alguna orilla.

Sé que no es el fin del mundo, pero sí del mundo en el que me gustaría vivir. Sé que se ha extinguido mi propio ser, que yo jamás seré yo y es en lo que más he perdido. Sueño con despertarme en aquella cama blanca de aquella buhardilla donde no entraba de pie, abrir los ojos y romperme la cabeza por no saber lo que sabía. Dos situaciones opuestas. Creo que he llegado a un momento en el que necesito respirar cinco minutos. Para vosotros, ni un segundo. Para mí, horas.

Con el ruido intenso de niños felices, la burbuja evita que no haya nada que me distraiga alrededor. Me miran con intriga, no saben lo que hago aquí sentado con un portátil escribiendo sin parar. Y no para la máquina de pensar. No descansa ni un segundo en esta línea temporal. No se amarga, no se endulza, pero se mantiene en una nube de polvo. Visible y respirable. Dificultosa y dañina a la larga.

A veces me pregunto si esto es por no tenerte o por estar solo. Me pierdo ya en mis propios pensamientos. Pero es verte y recuperar vitalidad. Esa pequeña inyección de energía. Vida y calma en una simple visión. En un simple vistazo… lo único que tenía que haber hecho en aquel momento… Tan listo pero tan idiota… Tan olvidado como tan destrozado. Tú y sólo tú eres el culpable de esto y lo sabes.

Melancolía es el nombre al que quieren que me adoctrine. Me dicen que debería vivir, pero son ellos los que evitan ayudarme, desaparecen. Deberías de ser positivo ante tanta mala suerte en tanto aspecto, no siempre va a ser así. Y lo sé, lo sé. Puede que se rompa todo lo que poseo, puede que no haga las cosas bien, puede que atraiga los defectos de los productos perfectos. Puede que todo sea una mera casualidad de algún sueño lejano. O sólo una simple excusa para darle nombre a esta sensación no removible.

Viajar en el tiempo no parece tan relativo en estos momentos. Tengo todo el tiempo del mundo para inventar físicas, químicas y teorías neutras, que no nuestras. Nos llamarán locos y subiremos a nuestras bicicletas, hacia el monte más alto para respirar aire fresco y, luego, lanzarnos por la cuesta sin frenos, con fresnos y con aire fresco. Ahora pinto paisajes. Por lo menos en mi mente. Estoy loco pero no desquiciado. Quiero empezar una nueva historia, puede que este blog acabe. Puede que poder pudiendo lo pueda conseguir. Conseguir una nueva idea para convertirla en la novedad de estas manos. Algo diferente, abstracto. Pero sé que no avanzaré lo mismo.

Sé que estáis hartos ya de estar por aquí, esto es la segunda etapa en la que os daré la enhorabuena si seguís aquí. Yo lo intento. Sigo escribiendo todo el poco tiempo que me queda porque ya me echan de este sitio tan “feliz” de muchos. Que bonito es que haya personas que sepan enmascarar las palabras con símiles raros y queden tan bien en canciones de cuatro por cuatro. Un, dos, tres, cuatro. Campana.

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