He puesto la música y no quiere sonar. ¿Eso es, de verdad, lo que tiene que pasar?
Siempre está iluminada la Luna. Siempre. Iluminada. No hay momento en el que no lo esté, aunque nosotros no lo veamos por la circunstancia.
La cabeza nunca para. Esos magníficos impulsos eléctricos estratégicamente formulados. Puede que por eso siempre tengamos la cabeza caliente.
Imaginemos que una mente pensante es como la Luna. Pero la mente tiene que estar por las nubes y la Luna con los pies en la Tierra. Llegamos a pensar un tanto por cierto, nos dicen que nunca llegamos a usar la mayoría de nuestra capacidad. Diremos que estamos a cuartos menguantes. Porque siempre la usaremos a la mínima y bajando. Pero no puedo hacer eso. Cada pensamiento es la suma de un uno por ciento al cuarto creciente, a ese impulso que está brillando por las chispas. Y es que no entiendo eso de no poder llegar a la mente llena. A ese punto que no dicen constantemente que no podemos rellenar.
Si se puede cada 28 días, ¿por qué nosotros no podemos hacerlo una vez en la vida?
No me engañaran, yo ya estoy quemado por dentro. La obsolescencia no llegó a mi periodo de creación; nací para seguir, para continuar. A pesar de haber tenido 9 días de paz en 212 días de guerras continuas. Es fácil contarlo si no tienes otra cosa más que hacer cuando gritas en sueños, sudas en cuentos o vives de los momentos. Ya no existe la tranquilidad optimizada. Ahora eres dueño de un administrador inexistente, borrado y ocupado. Ahora perteneces a nivel superior donde no hay acceso.
¿Y qué haces si no encuentras la llave?
Haces magia. O te hundes en el agua para ver cómo viven en la Atlántida o buscas una forma de crear burbujas imaginarias de humos dispersos. Pero no es fácil la tarea, tú no eres mago. Yo no soy espectador. Y no hay conejo al que seguir hasta su punto B. Ya no hay juegos de manos para el ojo inexperto porque aquí sólo entendemos de vino y de sellos. De fueros y de vetustos. De atracciones de feria que se quedan en el punto más alto para llegar al punto más calmado. Y no avanza. Porque, repito, no soy mago y tú no eres espectador. Pero cambian las tareas.
¿Por dónde empiezo ahora? ¿Has terminado el pasillo?
Queda coger la escoba y salir volando como bruja desesperada. Alejada de agua y fogatas. Mintiendo de su búsqueda de niños para la caldera o de arquitecturas dulces de sueños apagados. Hoy toca buscar una nueva vocación. Y de boca a boca, pasará la nueva buena. Ya se encargaran de colgar carteles de la próxima actuación. Obviarán que todo lo que formulan entre risas son las cenizas que escondemos bajo la alfombra. Llegarán, pisarán y habrá que llevar al tinte. Hay que dejarlo todo pulcro, las alergias no son buenas.
Pero, ¿qué estoy diciendo?
Prácticamente, nada. No quiero decir nada. Y no es porque no tenga nada que decir. Al contrario… me piden que hable y yo hablo. Me interrogan y yo contesto. Me preguntan a lo que yo respondo. Cuestionan lo que yo les cuento. Odian lo que yo les administro. Y sonríen con lo que yo les digo. ¿Y qué me queda cuando se termina todo y se cierra la puerta? Girar la esquina y gritar. Subir el volumen y empezar a cantar alto. Arriesgar la vida al volante por los ojos nublados o las manos agitadas. Cuando se pierden las ganas de la noche porque no suena la música, un pitido agudo silencia el ambiente.
¿Y de qué sirve que hayas ido para luego volver?
Para gastar todo aquello que tendrías si no fuera cierto. Es fácil ver desde un escalón por encima, pero ¿y si vuelves a bajar dos? Ya sabes, uno por el espacio vital y otro por ver desde la altura del personaje en cuestión. Puede que no sea tan distinto en diferentes puntos cardinales. Puede que la luz que brilla sobre la Luna sea igual a la oscuridad fría de su lado opuesto. Puede que callar sirva para que hablen otros. Puede que encender la llama haga que se congele los miedos. Por poder, puede, pero… ¿debe? ¿bebe? ¿merce? ¿hiere? ¿quiere? Espera. Decide esperar. Como quien puso la trampa en medio del bosque.
Como dijo alguien especial: no ganaré, no perderé, pero si estoy equivocado, estaré a medio camino de la verdad.