“La gente no para de repetirme esa maldita frase, una y otra vez, sin descanso, sin miedo; como si fuera una prueba, un quebradero de cabeza que no deje de pensar lo frágil que son las cosas, lo efímero que puede llegar a ser las situaciones en la vida. Se piensan que yo vivo como ellos, que vivo de frases sin sentido, que no tengo que tener un significado para cada cosa. Son simples y yo complicado. Me gusta pensar, darle vueltas a cualquier asunto, informarme de mi mismo, de lo que soy pasivamente y no conozco de primera mano. Y me alzo o me hundo. Así soy yo. Ya que la verdad puede ser buena o puede ser mala e, incluso, en ambas direcciones. Pero uno tiene más fuerza que el otro, aquel que no se puede controlar, aquel que apaga el sol en un día de verano cualquiera. Uno se hundo solo en su habitación nadie te puede ayudar, nadie tiene la capacidad de observación para saber que estás mal, sobre todo si has estado practicando durante toda tu vida a esconderlo a mimetizarlo con tu estado normal Y no se le puede pedir a la gente que conozcan los trucos de los magos, no se les puede pedir comprensión Pero lo que si se puede es pedir ayuda, aunque se lo considere lo más cobarde. Por mucho miedo que se tenga, es mejor estar arropado por alguien que estar sentado solo en una habitación sin apenas luz brillando en nuestro rostro, sin tener una corriente de aire fresco alrededor. Y eso es lo que te hace no saber nada porque ¿Y si todo esto fuera un sueño?”