Memento mori.

Y eso hace al más triste ser saber que no puede quedarse quieto, que no debe de plantarse y dejar que el exterior le ayude a crecer. Debe de andar, caerse y levantarse. Aprender de ver el sol más blanco y a la luna más ocre. De perderse entre estrellas y estrellados. De buscar los pájaros buscando rumbos distintos. De tener menos miedo y más valentía. De tener corazón y no de confeccionarlo. De mirar arriba y no cavar hacia abajo. De escalar montañas y no tirarse por laderas. De algo bueno y no de algo malo. Posesiones. De, de, de, de. Y aunque las palabras sean esperanzadoras, siguen teniendo la propiedad de los destructores. No lloréis, respirad. Si hoy no se puede, mañana. No hay prisa, hay ganas. No hay sueño, hay decisión. Lucha y no te sientes. Te protegen pero no te expropien. Tú eres tuyo, principalmente. Nadie te dice que los textos sean largos, nadie te dice que tengas que dar todo lo que puedas; vive para ti y los demás beberán de tus esfuerzos. Es así de simple. Calma ante la vida ya que en la antigua Roma se decía aquello de… memento mori.

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