Mar dulce.

Hay cosas que no sé cómo demostrar que todo el mundo está equivocado o cómo decirle al mundo que yo soy el error que han tomado.

Últimamente, duermo entre cero y nada. Dormiré las 6 o 7 horas pero es como si sólo hubiera cerrado los ojos en una cala en la orilla del mar. Puede ser un espejismo de tranquilidad y relax pero las texturas de las rocas no te dejarán cómodo por mucho tiempo. Puedes preguntarme por qué no duermo bien. No sabría responder ahora. Ni después. Ni nunca. Por suerte o desgracia, no está ese conocimiento en mi haber. Puede que no quiera saberlo o mi mente es ciega por lo que no quiere saber.

La música es la persona que más me grita últimamente en estos días. O eso o que yo quiero ponerla tan fuerte que me molesta pero… es lo único que quiere salir bien alto y no caer al suelo. Es libre, vuela sin miedo, quiere que las cosas funcionen bien, no quiere dejarte en el camino. Sabe que si quieres, puedes y te lo dirán alto y claro para que continúes donde lo hayas dejado. No tiene sentido lo que escribo.

Ayer, la niebla se apoderaba del lugar en donde paso mis días. Fue mágico que desapareciera verano por unas horas, inundando el pueblo de un blanco grisáceo, dando frío a las pieles ardientes y haciendo desaparecer cualquier objeto a más de un kilómetro de distancia. Fue como si alguien quisiera echarnos un manto de tranquilidad por encima, que nos calmara el sufrimiento y nos dejara libres en nubes terrestres. Juro no haber comido ni fumado nada… No sé qué decir.

Algunas veces, me gustaría coger también los caminos que escoge la gente normal… Vosotros vais por carreteras y yo me voy comiendo el suelo por debajo, cuál topo anda buscando una salida debajo del alquitrán por dónde camináis tan tranquilamente, con vuestros pasos firmes, sin preocupaciones. Este topo está ciego, sólo sabe cavar hasta encontrar aire fresco. Puede parecer algo triste pero se está mejor sabiendo por dónde vas que siguiendo algo que no sabes dónde puede acabar.

Y, por suerte o por desgracia, te echo de menos. No lo sé, sinceramente, no lo sé. Las cosas que pasan, ¿pasan porque tienen que pasar? No lo entiendo, no soy muy inteligente en la materia. Creo que no sé todo lo que debería de saber o no estoy informado lo suficiente. Me pierdo en lagunas, deseando los mejores momentos en mentes que sólo producen sueños destinados a ser bombas de quimera; ilusiones, fantasías que se creen posibles pero no lo son. A veces, me leen libros que la ficción parece realidad y yo me los creo.

Sólo soy un niño pequeño jugando a la orilla del mar, con su cubo, su pala y su sonrisa. Disfrutando de la arena fina dónde hacer sus castillos de arena frágiles, diseñando todo cuanto puede hacer con sus herramientas y sus frágiles materiales. Si nadie le enseña, ¿qué puede aprender? Sólo su sentido lógico puede hacer algo, y no tiene por qué ser lo más práctico, lo más seguro. Lo más fácil es destruir el castillo. El mar dulce nos propone de nuevo coger agua y empezar. Acción, reacción. Intentar y no caer en el olvido.

Prometo no volver a hacer estos textos tan malos.