Es fácil decir estas palabras pero lo que cuesta es ponerles un nombre, un objetivo en el que dirigirlas. Todo el mundo puede estarlo, es normal. Pero cuando es asignada a una persona, puede que sea una situación un tanto puntiaguda. Lo bonito de este texto es que ya alguien puede sentirse identificado. O ha querido incluir su nombre en la lista de espera. No estoy culpando a nadie, tampoco he dicho de que es hora de descansar. Sólo he puedo una idea en el aire.
Puede que esté cansado de las noches de insomnio que sufro desde hace años. Lo bonito de las noches es que no hay nada ni nadie que pueda interrumpir un silencio maravilloso. Un suelo hecho oscuridad en el frío que puede acompañar. Claro que puede ser terminada en cualquier momento. Sobre todo por ti mismo. Tanto silencio puede agotar a cualquier humano, sobre todo porque nunca hemos aprendido a estar callados entre nosotros mismos. ¿Piensas que puedes estar sin pensar más de 5 minutos? Puede que te vuelvas loco, puede que te canses, puede que pienses que es una tontería en ese momento… Pero ya has fallado. Yo también. No te sientas mal… No lo hacemos queriendo, no podemos evitarlo.
Estoy cansado físicamente. Mi cuerpo no quiere andar más, al menos en el nivel psicológico. Puede recorrer kilómetros sin darse cuenta, no le hace falta ningún medio de circulación para ser libre… Pero ya no quiere pasear solo. Puede que esa sea la razón por la que, cuando suena el teléfono y cojo la llamada, no tardo nada en salir corriendo. Porque es así de idiota. O eso quiero pensar. O eso quiero sentir. Porque ya no lo comprendo. Antes viajaba solo, o con su sombra, si quieres verlo. Pero ya no vive en su normalidad. Ahora busca ser un nuevo mundo que no ha conocido. Puede que necesite algo.
Puede que también esté cansado de la tecnología. Aunque sea tan útil, tan necesaria en la actualidad, sigue siendo el problema. Ya sea por aplicaciones que nos hacen perder la noción del tiempo, ya sea por lo altamente adictivo que puede ser saber mucho, la facilidad de conectar a cualquier parte del mundo, la necesidad que se crea malignamente de explicar y contar a todo el mundo qué ha hecho la vida para que nosotros decidamos a abrirnos a todo el mundo. Siempre tiene su lado bueno… al menos tengo cerca lo que no puedo tocar desde lejos. Pero sigue agotando, sigue matando por dentro, lentamente, apoderándose hasta de nuestros cuerpos presentes en sociedad. Sonreímos a la luz tenue de una pantalla y lo disfrutamos.
Y, como siempre, estoy cansado mentalmente. Estoy harto de pensar, de poner los límites a los que siempre estoy alerta. Estoy harto de tener que pensar en que yo seré la última opción porque yo soy yo y mis problemas vienen en maletas de gran tonelaje. Y eso me agota, porque después de tantas palabras, tantos datos, tantas historias inventadas, soñadas y realizadas; la mente no puede más. Mi mente no quiere más. Mi mente está dispuesta a morir. Esto es una despedida. Lo siento pero no puedo más. No quiero más. Y necesito descansar.
Así que sólo me queda una cosa: lavarme los dientes, olvidarlo todo y a dormir, mañana empieza otra historia desde el principio.