Audrey Hepburn de Nunca Jamás.

La gente no entiende o no quiere aprobar de que la amistad entre hombres y mujeres no existe si no hay un oscuro secreto detrás, tal como ‘uno busca algo más del otro’. Doy fe que esas palabras pueden ser ciertas en ciertas ocasiones. ¿Quién soy yo para afirmar completamente o para negar indudablemente? Nadie. Pero… sí tengo opinión. Claro que yo he vivido la amistad susodicha, claro que he sentido más atracción a otra persona que olvida lo que es ser buscada, o ciega en los movimientos. Pero… yo no soy un hombre, en el concepto que se quiere dar. Yo soy un ente, en un mundo de carne, huesos y líquidos. Y quiero ser un ente porque vivo de esa realidad. No quiero buscar lo que todos encuentran porque yo decido sobre mi mismo. Y cuando digo ‘no’, aquí no encontrarán a un mentiroso, encontrarán la verdad absoluta, tan cierta como lo que captan los ojos.

Pero no negaré que exista. Yo mismo le puse nombre a esta amistad. ¿Quién soy yo para captar la esencia en un nombre? Un ente que piensa para si mismo. Pero, que lo piense no me quita que tenga imaginación negada para ello.

Porque tú, pequeña gota de agua, eres de ese tipo que no he conocido en bastante tiempo, obviando que no he conocido mucho, por añadir algo. O, por lo menos, con la profundidad que está llegando a llenar el vaso, poco a poco, lo que permite la vida o la ocasión. Eres especial en tu forma, en tu esplendor. Y eso no te quita nada, al contrario, hace que busque de verdad ese ‘tú’ en ‘ella’, y ese ‘ella’ en ‘ello viviente’, por lo que ‘le’ a ‘ella’, es ‘beso’ a ‘siempre’, porque ‘muero’ en tu ‘locura’. Y puede que no tenga sentido para el que lo lea, pero si lo piensas bien, puede que tenga sentido en un mundo que no existe. Pero eso es en particular esta amistad.

Me dijeron que si tuviera que explicar algo que veo y no diría, tendría que escribirlo para que, al menos, me diera cuenta de lo que pienso. Quieren que piense, algo fácil… si no se sabe pensar. Pienso cada momento, por mi desgracia. Pienso cada situación, por mi desgracia. Pienso cada palabra, por mi pura y sutil desgracia. Pero pienso que se completará de otras formas, formas que jamás podrían pasar porque yo lo decido. Yo lo decido. ¿Se entiende? Yo. Decido.

Es fácil repetir las palabras. Porque huyo de mis costumbres. Huir de las manías que siempre pasan cada año, a cada rato, a cada momento en el que siempre coincide las constantes. Claro que sería maravilloso vivir al menos un rato del ‘cómo sería si…’. Pero es como odiar mis principios, pisotearlos y olvidarlos. Callarlos y que las miradas de odio desaparecieran. No soy el débil que pensarían si algo llegara a suceder. Eso es lo que necesitan para sus tristes vidas… Hundirme a mi poco a poco.

Pero no quiero hablar de ellos, quiero hablar de ti, pequeña Audrey. O, al menos, hablarte un poco de lo que me encantaría decirte y oculto en mis palabras. Me encanta cómo sin miedo y sin reparo me dices cosas que me encantaría escuchar en otro momento de nuestras vidas. El cómo miras cualquier parte de mi ser y me dices que su existencia es maravillosa. El modo en el que creas profundidad de color en unos ojos opacos. La manera en la que decides que es momento en el que quieres que yo fuerce la sonrisa más sincera que se ha visto en el paraíso. La forma en la que dices que el negro es blanco y el blanco es más blanco para que nunca más agache la cabeza para buscar una tonalidad de la ausencia de color en mi sombra. O el estilo que tiene tu piel de brillar suavemente cuando no quiere destacar pero siempre sabe qué dibujar para denotar de luz propia con un simple tic. Y si sonríes con esa pequeña boca de caramelo claro, puede que la dulzura entre por mis ojos y recorra todo canal de sensaciones por mi cuerpo.

Puede que me haya pasado. Pero no fui mucho de variedad. O eso me dejaron hacer.

Sé y respeto, a ti, a todos, a mi. Por eso te nombro la pequeña Audrey Hepburn de Nunca Jamás. Ocurrirás en mis sueños y nada más. Vivirás en mis pensamientos y en donde nadie te reconozca más. Donde las sombras son las únicas formas de reconocer que no hay mundo, sólo siluetas. Porque así he decidido que vivir en pensamientos siempre es una forma de vivir tranquilo, de tener relax aunque sea en las horas muertas. Por eso, volaré donde pueda volar para encontrar todo eso que necesito por un segundo de ti, sin hacer daño a nadie.

Espero que el título te encante, porque a mi me encanta tenerte de quimera.

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