Verdades completas: Soledad famélica

Como siempre, texto puro y duro sin pensar, ni callar nada. Son mis pensamientos en crudo. Que nadie se ofenda aunque la verdad duela. Comenzamos.

Es gracioso como con el paso de los años, todas mis amistades han sufrido percances o desapariciones. Pensando, nunca he tenido una amistad que haya tenido desde siempre. Puede que si, que no digo que no, que no todo tiene que haber sido al 100% pero que yo no lo siento.

Digamos que por el aquel entonces, cuando era pequeño tampoco tenía muchos amigos, siempre he sido ese chico extraño, con pocos amigos y muy tímido. Mis amigos ponían escusas tontas como que nunca quería salir o siempre estaba con el ordenador. Digamos que antes de tener el ordenador salía y después también, cuando valía la pena. Y a mi, después de tantos veranos salir todas las noches me encantaba y volvería a hacerlo y, ahora que me muero de asco como siempre en este pueblo me encantaría que se volvieran a esas buenas noches que pasábamos. Pero todos hemos cambiado, ¿no?

Yo quería salir siempre, muchas veces no he querido porque no tenía ganas, no porque no quisiera. A mi, cuando me ha llamado, he ido, he salido a jugar, era el primero que estaba en la calle porque yo disfrutaba las cosas que algunos pensaban que eran simples. Yo era el primero que decía de ir, de quedar, de hacer cosas, yo era el que quería salir de casa.

El problema es que me convertisteis en un ratón de casa. No quedaba gente que me llamara, que quedara conmigo, ya todo el mundo se había hecho mayor, todo el mundo quería ser un adulto con 15 años. Lo único que dabais es asco. De rechazar a personas en vuestras vidas, no sólo a mi, a todos esos mini grupos que dividisteis y separasteis, esos que estaban unidos desde que la memoria ni alcanza a recordar. Nos hicimos todos mayores, ¿no?

Luego fue la escusa de que tenía novia, la más graciosa. Yo quedaba con vosotros y me dabais largas. Pues quedaba con mi pareja. Que antes fue amiga, que se interesó y quedó conmigo y con más gente. Puede porque ella disfrutó o pensó de forma diferente al no estar ‘infectada’ con vuestra ‘amistad’. Era normal que quedaba con ella, aprendimos cada día algo nuevo de nosotros. Os dije un día que no podía y ya me tachasteis de ‘inquedable’. A ella le agradezco que me sacara de casa, que me aguantara tantos días encerrada por la enfermedad que me disteis y mi más sincero perdón por no haber salido todas las veces que me lo dijo.

Ahora disfruto solo. Ahora salgo, ahora viajo, me busco mis aventuras. Y lo peor de todo es que mi soledad me tira. Me siento agradable al tacto de algo tan amargo. Pero eso no quiere decir que no quiera estar con gente. Estos años que he estado creando amistades, nuevos lugares y grandes momentos, me han hecho desear a las personas de nuevo. Simples amigos y amigas que ahora pienso en ellos todo el rato, que me olvido de la música y ahorro para verlos a ellos. Los de ahora no sabéis lo que es eso para mi pero es demasiado, os lo aseguro.

Disfruto demasiado con la gente de ahora y me encantaría que la gente de antes me acompañara también. Lo peor es que aún tengo algo del chip ‘casero’. Me agobio a veces no tener soledad pero me encanta estar días con ellos, disfrutar de sus sonrisas, de que busque a personas con las que hablar horas pero ya existen y son ellos, que es curioso. A veces, no tengo o no sé, mejor dicho, lo que tengo delante. Sólo sé que no quiero estar encerrado de nuevo. Dejadme vivir y vivid conmigo.

Un saludo desde la playa, a las once de la noche, con una luna llena anaranjada.