Pienso en aquel día. En aquel día en el que no sabía que hacer, en el que tomaría una única posibilidad de las tantas opciones que tenía en mente. Si hubiera decidido irme de aquí, te hubiera visto. Decidí pasear por las calles en las que puede que tú también pasees y te encontré. La opción de quedarme en casa no era viable, mi cuerpo me decía muévete. Lo piensas claro y, de una forma u otra, ese día nos veríamos… Pero tú no lo sabías, yo no lo sabía y ninguno de los dos lo esperaba. Marcho a mi intercambio de línea de bus. Llego y espero a que llegues, sin saber que podría ser interesante un simple viaje. Me subí y no decidí quedarme en el centro, como siempre, fue extraño, mi cuerpo no quería quedarse allí, fui al fondo del autobús. Y me senté, sin darme cuenta de tu presencia, sin darme cuenta de que estabas allí. Pasaron varios minutos, yo perdido entre mis pensamientos de rabia y tú puede que me observaras… Por lo menos noté tu mirada en mi, creí sentirla y te miré. El leve gesto de cabeza me indicó que puede que me estuvieras mirando. Yo me puse nervioso por un segundo… Volví a comprobar si era verdad pero nuestras gafas de sol nos jugaron malas pasadas… No sabíamos ni a lo que jugábamos, uno miraba uno y el otro al otro. Yo sentado y tú de pie. ¿Qué ideas se nos pasaría por la cabeza en aquel tierno instante? Yo era, soy y seré un incrédulo… Pensaba que serían imaginaciones mías, pensé que era mi mente que quería jugar o despejarme de otros temas… Pero era verdad… Jugábamos a quien era más tímido a quien se escondía detrás de nuestras gafas oscuras, quien miraba más rápido a nuestros dispositivos o quien más aguantaba la mirada opaca. Yo pensaba qué ocultas, que tienes en esa cabecita, que piensas al ver tu dispositivo de música, qué tienes que tanto me llamó la atención. De por qué estaba tan emocionado, nervioso y mudo… Mis nervios jugaron conmigo, me encerré y me callé… Ahora sólo te recuerdo… Y recuerdo cuando te pude mirar por unos segundos… No olvidaré tu pelo rubio tenue, con esas pequeñas ondulaciones que caía sobre tu dulce faz, la cual apenas se mostraba por esas gafas oscuras que escondían tus dulces ojos que pude ver por un sólo instante. No me olvidaré de los tonos verdes que intercambiaban tu blusa de bandas anchas horizontales… Llevabas vaqueros largos, azul claro, no oscuro… No alcancé a ver como calzabas… Intenté captar todos los detalles posibles… No pude dejar de mirar al igual que tú mirabas tu iPod Nano verde… Y cuanto levantaste esa carita, me puse nervioso e intercambié el rumbo de mi vista… ¿A qué jugábamos? ¡Yo me arrepiento de jugar y de no actuar! No sé por qué no te dije nada, no tengo la fuerza para hacerlo… Y lo quería con toda mi alma, quería conocerte, quería saber aunque fuera tu nombre, para saber que hay alguien que pueda llamarle la atención, que quisiera jugar con mi mirada… Yo sonreía, jugaba algo contigo porque creía que no podía ser verdad… Sonreía a ver si era verdad. No quería jugar, quería comprobar a ver si lo que mi mente perturbada quería dar rienda suelta a una imaginación activa… Llegó un problema. Tú te ibas y yo me quedaba… Tu bolso de viaje estampado con dibujos rosas y negros indicaba que te pararías en la estación de autobuses y mi parada estaba algo lejos… Te acercaste algo a mi, te pusiste la primera en la puerta antes de que llegaran las otras personas… Ahí me puse nervioso, quería decirte algo… Me quité las gafas, quería jugar todas mis cartas, quería saber si era todo real… Giraba la cara, me daba vergüenza mirarte directamente. Veía tu mano en la barandilla, agarrando fuerte para no caerte o puede que fuera por el nerviosismo, no lo sé… Te miré a la cara, quería decirte algo. Mi mirada se cruzó con ojos ocultos y mi sonrisa no se pudo esconder. Me congelé, me miraste, respiraste y… paró la parada… En los 5 segundos que tardaron en abrirse la puerta, me quedé en latidos muy lentos y dolorosos, no pude decirte nada, no pude gesticular algo para llamar tu atención. Y vi como me mirabas antes de bajarte… Y cuando vi tu mano, dando señales, diciendo con el contoneo de como si fuera un piano, de como si fuera de ¿no vas a decir nada? ¿de verdad? ¿por qué no? Vi ese tintineo con las uñas, mirándome sin quitarme… Y, en un último instante, fue el gesto de “se acabó…” Tocaste el tubo tres veces, cada vez más lento y te bajaste… Mi pulso se aceleró… No sabía si bajar o no, no sabía si correr detrás tuya y decirte algo o buscarte en la estación e intentar iniciar una conversación no sabía que hacer… Y cuando se cerraron las puertas, me levanté y me quedé levantado en tu sitio. Quise bajar, quería saber algo de ti… Pero no lo hice… Me arrepiento cada segundo que pasa, me arrepentí y me cabreé a más no poder conmigo mismo… Me sentía tan culpable, me sentía tan desafortunado… Volví a la estación una hora más tarde, como si fuera a arreglar algo, como si todavía estuvieras allí, no me hizo sentirme mejor… No me hizo librarme de la carga que tengo en el pecho. Sé que no tiene que ser porque me has gustado, me llamaste la atención, tu amistad me hubiera agradado como si hubiera encontrado a algo innolvidable. Sólo quería conocerte y ahora sólo tengo la impotencia de no saber ni quien eres… Me sentía mal y lo conté a las redes. Me sentía mal y necesitaba un amigo. Acudí al más cercano y me dijo: Puede que hayas dejado escapar a una chica muy especial. Podría haber sido tu chica, algún día… Creo que ahí es cuando una parte de mi empezó a pudrirse del dolor… No te olvidaré… Puede que dentro de unas semanas sólo seas este bonito texto, puede que inicie tu búsqueda, puede que me esconda, calle y llore sin más… Puede que el dolor verdadero que tengo aquí dentro aumente y me pierde. Puede que algún día, vaya a la estación y te espere viernes tras viernes… Hasta que vuelva a verte bajar de la línea número 3 pero esta vez sonriendo y puede que sea gracias a mi…