No he leído un ‘no’ en tus palabras

Un día, leí una frase que me dio un vuelco enorme a mi forma de pensar. Esa frase se olvidó en mi frágil memoria. Intenté recordarla pero no lo conseguí. Es triste. ¿Cómo algo tan importante se puede olvidar tan fácilmente? Maldita memoria, maldito pensamiento. Esa frase marcó un momento de mi vida, aletargado por el sueño profundo constante que seguía sumergido y me llevaba a hundirme cada día más y más. Esa frase, tal vez fue como un salvavidas vocal, una frase que me hizo responder bajo el agua, de ver como la luz del Sol reflejaba en el mar donde apenas ya había luz de la profundidad en la que me encontraba. Un punto de luz en el “cielo” que formaba el agua en el que miraba desde abajo. Un punto que podía ser una estrella, una puerta a un nuevo momento, a un nuevo lugar o a una nueva experiencia. Pensé… ¿es posible? ¿De verdad veo esa pequeña e ínfima fuente de luz? Fue corta, como un latido. Y desapareció. Pero no para siempre. Volvió, con más fuerza, desaparecía de forma efímera y volvía con más garra, como pidiendo que volviera al mundo terrenal, que no merecía estar ahí, dando una pequeña guía hasta la orilla más cercana. Me pregunté a mi mismo si ésa era la fuente de luz que debía seguir, tenía miedo, escondido en las corrientes, intentando mirar desde varios puntos de vista pero seguía estando ahí, sin retroceder. Me acerqué, ¿qué tenía que perder? Poco a poco, escuchaba el sonido de… ¿qué era eso?… Era un camión. Escuchaba niños jugando, ¿cómo era posible? Recordaba voces a la lejanía, eran más fuertes cuando más me acercaba. Quería seguir y seguí. Y justo antes de llegar a la superficie, la luz se sumergió, formándose como una pequeña piedra redonda. Escuché una voz nueva, algo cálido pero que no reconocía. De repente, escuché la primera palabra formada y dicha por aquella extraña magia. “Ven.” Lo escuché con claridad. Debajo del agua, oí algo tan profundo y tan corto que reconocí y seguí. “Cógeme y salgamos juntos”, continuó esa luz cálida. Justo cuando mi mano iba a alcanzarla… desperté. Me encontraba en mi silla de siempre, delante de miles de apuntes. Abrí la ventana, allí estaban los niños jugando. Un camión de mudanzas estaban siendo utilizado para traer unos muebles. Saqué la cabeza por la ventana, cerré los ojos y busqué esa voz. No estaba allí, no hablaba. No quería pronunciarse. Fue algo que me dio algo por lo que sonreír…

Puede que sea tímido, puede que no sea como los demás, que juegue un primer papel porque el miedo me corroe por dentro, que me de miedo saber que no soy capaz de hacerte feliz o sonreír. Me pongo nervioso porque sé lo que hago pero no cómo he de hacerlo. Creo que respiro, sonrío y sigo adelante. Intento no pensar, sólo actuar, darle rienda suelta a mi corazón y que él actúe por voluntad propia. Es lo que deseo y nadie puede decirme que no deba de realizarlo, que no deba de sentirlo. Puede que me paralice al sentirte cerca, que es la primera impresión de no poder decir lo que verdad siento. Es algo con lo que he sido bendecido y no puedo evitarlo. Salvo que tú puedas impedírmelo. Puede que después de decir miles de cosas al viento, imaginar miles de cosas en la pizarra o de pensar cuantas cosas haría en un papel, me haya dejado algo tocado. Puede que algo dentro de mi quiera saber que esa frase puede existir de verdad y nunca escuché un ‘no’ de tus labios. La gente me llamará tonto, la gente me llamará estúpido por creer en algo que no puedo saber si es cierto o no. Sólo me expresaste duda, no negación. ¿Por qué debería rendirme? ¿Por qué debería decir hasta aquí puedo caminar? ¿Y si este vacío es sólo una invención? Que puedo caminar por un falso suelo transparente, continuar y observar. ¿Por qué he de quedarme con las ansias de probar solamente un momento tus labios? ¿Por qué el poder de tus palabras desaparecerá en un momento, en una frase? Que lo decida el tiempo, yo voy a continuar mis pasos, como llevo haciendo durante este tiempo. Hasta que tú digas ‘no.