La habitación de los mil dolores.

Digamos que ahora mismo estoy encerrado en mi habitación. No hay otra forma de decirlo, es de noche, mi obligación es dormir, mi obligación es estar descansado para el día siguiente de más obligaciones, de más deberes de la vida, de más muertes preparadas para cada minuto que no gasto como disfruto, sino como se me obliga.



Digamos que, ahora mismo, la habitación están tan oscura que hasta daña la tenue luz en donde escribo estas frases; que no sirven de nada para el que pueda leer pero sí para el que pueda escribirlas. Es inútil decir que, toda vuestra realidad, ha cambiado y vosotros no os dais cuenta. Yo si. De una forma u otra, me he vuelto loco. De una locura tan tranquila y tan oculta, que jamás os daríais cuenta si no fuera por estas palabras.

Digamos que, estoy fuera de si. Ahora mismo, después de tantas horas en la cama sin poder cerrar los ojos y decir ‘basta’, he decidido hablar con las voces que no me dejaban dormir ‘sin ruido’. Y lo mejor de todo es que he creado tantas voces como personas conozco, personas que me han hablado dos segundos tales como ‘buenos días’ o ‘aquí tiene su ticket’. Personas que veo todos los días, que veo de vez en cuando o personas que jamás veré de nuevo.

Digamos que mi habitación se está quedando muy pequeña y sin aire por culpa de todas estas personas imaginarias que vosotros no veis pero a las que yo estoy gritando para que no levanten tanto la voz para no despertar a mis compañeros, aunque ellos no las escuchen jamás. Es una de las ventajas de estar loco.

Digamos que están tan de acuerdo y tan en desacuerdo entre ellas y yo, entre ellas, entre ninguna y entre todos. Puede sonar una locura, pero ahora mismo me duele la cabeza de escuchar sus discusiones. Puede parecer una maldita locura pero no me dejan levantarme para ir a por una pastilla o a por un simple placebo que me calme. Si me escuchas desde afuera, trae un vaso de algo, que me muero de sed.

Digamos que en lo único que se dedican es a gritarme, a decirme todo lo que sé y en lo único que se ponen de acuerdo es para llamarme todos, uno por uno, siguiendo una sucesión aleatoria en la que sólo dicen ‘Adam, Adam, Adam’. Y es lo único que me saca de quicio, creo que estoy perdiendo visión de la realidad.

Digamos que lo único que quiero es abrazar a cada una de esas personas que me llama, otras sólo deseo darle los ‘buenos días’, otras deseo que desaparezcan, que venga un portero y las eche, otras solo deseo que dejen hueco a más personas.

Digamos que me he vuelto loco completamente. Que intento escribir cosas al son de una música, de a ver qué quiere hacer mi mente para librarse un poquito de todo el malestar general que tenga o pueda tener. Puede que me esté forzando a mi mismo a escribir, a darme un poquito más de vida en estas letras que quiero que sigan y salgan.

Digamos que me he agobiado al ver que me quedan 20 segundos. Será porque ha sido tan fácil escribir tanto al descubierto y aún más en oculto, sin tener conocimiento de ello. Tres, dos, uno. Lo siento, hemos cerrado. Gracias por venir y vuelvan pronto.

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