Golpe tras golpe

Miro a través del cristal. Se ve un día tranquilo de Otoño. Se ven los toldos agitarse por una brisa leve. El sol reluce con fuerza pero el frío se apodera de la calle. Algo así muestra mi cuerpo. Puede parecer fuerte pero hay algo que lo debilita. Hace ya unos días, empecé a perder la cordura, no por algo en especial, si no por ganas de vivir, de imaginar y de soñar. Soñar con un futuro, con disfrutar otra vez de mi sonrisa característica. Pero como siempre, al paso de los días, los sueños sueños son y no hay nada cierto en ellos. Pueden a llegar ser quimeras en el aire en una lluvia ácida… Quiero hablar y decir cosas pero no lo hago porque sé que voy a fallar. Ya no tengo la confianza que tenía desde siempre, ahora sólo me dejo llevar. Es lo que me alegra! Vivir el momento, no pedir refuerzo ni acciones por lo demás. Lo que llega ha llegado y yo lo disfrutaré lo que pueda. ¿El por qué de esto? No lo sé. Es lo que veo en el espejo. Y al mirar al espejo, ya no veo ese marrón felicidad de mis ojos. Sólo veo un reflejo opaco de amargura y tristeza. Es el problema que tiene cuando tienes ojos expresivos. Lo bueno es que puedes fingir todo eso con un simple cambio.

Daré todo lo mejor.

Os daré mi mejor sonrisa pero quiero que sepáis que es por vosotros. Por mi la enterraría bien hondo, guardada en una caja, esperando a quien la necesite de verdad.

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