El parque cierra al anochecer.

Dicen que hay cosas que no se pueden controlar, por eso de que ni somos magos ni hemos creado magia. Solo podemos inventar ilusiones a través de lo que no somos capaces de entender en un segundo determinado. Algo que nos impide ver el destello de luz es éste mismo… ¿y cómo podremos ver a través? Si lo que nos interesa apreciar siempre estará perdido y encontrado en el mismo instante.

Seamos sinceros: he perdido en este juego. Me siento aquí delante y no encuentro la chispa para encender la mecha de explosiones que hacían vibrar a estos dedos. De escribir sin pensar, de intentar vida a lo que jamás existió. Como si el trabajo de los dioses se traspasara, pero con el mismo resultado. Porque todo lo que siempre he querido era no perder la sangre, pero esta vez siento como si no circulara en las autopistas.

Algo ocurre y no encuentro solución viable. Es como si el cielo se hubiera apagado, a pesar de la luz que recorre toda esta habitación en un color estático que anima a cualquier dibujo postrado ante los ojos de los incrédulos. Luces de fotografía que, a la lejanía, permiten observar que existe vida, pero no de la que se respira. Tonos que muestran que algo está latente y desespera por la espera de que el tiempo corre, pero no al momento ni a la entrada que se desea.

Ni todo el ejército que me vigila desde la lejanía puede dar las fuerzas que necesito para apoderarme de este país de figuras legibles. Aún así me apoyan, aún así se mantienen en pie. No piden mucho, no requieren demasiado esfuerzo. Y lo hacen. Y se permiten perder el tiempo por el resto de su existencia. Pobre de los que contienen nervios y no pueden estar quietos un segundo. Creen que estar parado un segundo es perderlo para siempre, a pesar de poder utilizarlo como descanso instantáneo. Segundo que debería de ser obligatorio en todos los estados.

Supongo que cuando no hay nada que hablar, se empieza a construir. Fortalezas, montañas o figuras son los pasos para seguir hablando sin pronunciar sonido. Respiración profunda para poder mantener firme el pulso, a pesar que pesa la paciencia y agota como aflora por la tenue condensación de la mañana. Y no me entienden por escribir dos frases en una imagen que yo comprendo, yo creo y yo rezo, pero no doy crédito.

El oso pardo que cruzó el bosque tenía razón: no por caminar se encuentran senderos, sino que destruyendo naturaleza se crea el hueco. Hueco por el que se pasa por la comodidad, que no por la obligación. Todo tiene un ‘no’ como respuesta por defecto, pero ¿qué somos nosotros? ¿Programas? No creemos en lo pre-establecido, construimos para demoler todo lo que tengamos por delante y destruimos para construir algo que nos hundirá en algún momento. La ironía es implícita, pero no escuchada.

Todo es forzado, todo es obligado. Ya nada importa y no se nota igual. Sabes que el agua que baja por las montañas está siempre helado, pero no sabrás cuándo dolerá el frío. Piensas que tu cuerpo mantiene todo el calor necesario hasta que te sumerges en ese río. Porque no hemos llegado a estos parajes para quedarnos al filo o mojarnos los pies. Si fracasamos, fracasaremos. Y si conseguimos algo, será por suerte.

No tenéis que creer en mi ni en lo que pueda llegar a decir. Jamás. Retroceded los años aquí o en cualquier sitio, porque estas palabras no serán las mismas con las que se construyó un mito. Ni lo serán si siguen cansándose en las entradas de esas cárceles que protegen más que salvaguardan de los problemas involuntarios. Supongo que los empujones son más peligrosos en suelo liso que en los filos de los vacíos más llenos.

Pero no pretendo engañar a nadie. El vino se ha convertido en vinagre, el plástico no ayuda a mantener la humedad fuera y la alergia sigue siendo alta si no llueve. Una vez más no sé si volveré o me olvidaré como siempre. Supongo que espero más de que llegue solo a lo que pueda conseguir con esos actos perdidos.

Queda alcanzar el mando para apagar todo lo que no encuentre su stand-by natural. Ya sea perderse o encontrarse, toca descansar por algún momento. Que quede constancia de que me preocupo porque nada se pierda, a pesar de que se pierda más de lo que se gane con todos estos años en estos lugares.

Si quiero que el reflejo se quede es porque sé que no se perderá incluso si nos hemos ido.