Diario de una noche perpetua: sueños [1 de 2] – Tú

Noches en vela, me tienes para ti solo en mi habitación. Me haces soñar, me haces vibrar y eso que nunca me has dado a pensar eso… Quiero pensar que quiero poseerte, quiero pensar que puedo poseerte pero sé que nunca podría darte lo que te mereces. Y tú, ¿puedes saber realmente lo que sientes? ¿no está influenciado por nada? ¿no crees que tu mente puede estar nublada a la vez que me inundas de frías nubes en mi cálida mente?
Estoy enamorado. No de alguien. Ese es el problema. Enamorado de recuerdos, sombras y desilusiones.

Recuerdos que me hacen volar, sonreír y gritar por lo que no volverá. Por lo que luché, por lo que quise perder todo lo que me rodeaba para poder sentir cada paso por mi cuerpo, cada susurro en una cama, en cada gesto de dulzura que hacía mi cuerpo vibrar. Ahora, mi cuerpo no vibra, no quiere sentir, sólo quiere limpiarse. El agua recorre mi cabeza y se pierden en la altura, caen al suelo, al abrigo pero no a un sitio específico, a un corazón. A algo que quería que llegaran.

Sombras que hacen que pierdas la cabeza, que sueñes, que levites y llegues tan alto como las nubes. ¡Oh, frías nubes! Hacéis que siga subiendo y subiendo y sé que caeré, más no puedo evitar seguir, no quiero bajar. Pero caigo. Caigo metro tras metro cuando me acuerdo de la verdad. Cuando sé que sólo son sombras, no tienen cara, no tienen cuerpo, no tienen nada a lo que sostenerse. Cambian de forma y no lo saben, no lo sienten, no acompañan con lo que más necesitas. ¿Pueden esas sombras llevar a buen puerto? Ni siquiera puedo saberlo. La vida no quiere que lo sienta.

Desilusiones que recorren mi cuerpo. Alusión a mi propia mente y a mi corazón, luchadores que desesperan, que se ponen de acuerdo pero demasiado frecuente. Confundo términos, confundo sentimientos. Leo y siento, recuerdo y no olvido, las palabras que me llegan son claras, no son rodeos, no me dan miedo. Pero no se realizan, no se consiguen que lleguen a su rumbo, a su rutina clara, a su objetivo marcado. No funcionan, se alejan, no se producen. Por esto las ilusiones se convierten en desilusiones, en caminos vacíos en felicidad, llenos de premios al final. El camino es sólo una elipse.