Diario de una noche perpetua: sueños [2 de 2] – Yo

Miedo. Es lo que sentí al verme a mi mismo. Estaba un habitáculo de un metro cuadrado. No había ventanas, no había salida, sólo un marco. Había una luz que rodeaba ese marco. Empezaba a sufrir, no podía más, estaba agobiándome. No sabía que hacer. Me desespero, me mareo, necesito salir. Empiezo a golpear las paredes, los cristales del marco pero no ocurre nada… Me hundo en mi propia desesperación, no puedo salir, me agobio y me siento en el suelo. Me siento, junto mis rodillas con mi cara y empiezo a llorar, sufro y no sé por qué, pienso ¿qué he hecho para estar aquí? y no recuerdo nada, hago memoria y sólo me llegan imágenes blancas.
-Levanta.
Escucho una voz. Levanto la mirada… Se puede ver a través del marco… Se ve a una persona alta, no puedo verle bien la cara por los ojos llorosos, me intento limpiar y le hago caso. Me levanto y un vuelco al corazón, un aire que hace que todas mis partes del cuerpo se junten y haga casi rozar todos mis huesos de la incredulidad que me poseía  Era yo. Me veía a mi mismo pero no era yo. Podía ver a través del marco una gran habitación, blanca, espaciosa. En ella se encontraba mi reflejo. Tenía una cara malvada, una sonrisa que podía hasta penetrar en corazones calientes y llegar a congelar los fuegos más ardientes del infierno.
-¿Necesitas que te explique algo?
No podía creérmelo  me hablaba, me entendía, era recíproco, ¿qué clase de tecnología podía ser?, era imposible. Era demasiado real.
-He dicho, ¿necesitas que te explique algo antes de empezar?
¿Que qué? ¿Empezar? No podía hablar. Mis labios no se movían, las fuerzas de mis cuerdas vocales eran nulas. No podía hacer nada. Torció la mueca. Y empezó a lo que vino. Empezó a mutilarse… No podía moverme, no podía gritar, sólo podía sentir… Sentía como profundizaba ese cuchillo en mi carne, d lo hacía por todo el cuerpo, no podía pararle, no tenía fuerzas… Algo me paralizaba. Mi reflejo disfrutaba, sonreía malvadamente, con cara de risueño, su mirada fría. Pero algo me llegó a la mente. Algo me llamaba desde mi interior. Me decía que no me resistiera, deja que haga lo que más deseas. Y lo hice.