Hay un momento que ocurre cada día en el que dejo todo aquello que estoy haciendo para poder respirar profundamente. Aguantar todo el aire para poder respirar y ahogarme en un pensamiento nulo, algo que no consigo entender dentro de mí. Pero está ahí, bloqueando todo, no dejándome continuar. Y ese segundo de pausa, ese maldito segundo de pausa es el que me destruye el momento. Acciones que abandono como si hubiera olvidado qué estaba haciendo, como un robot continuando a la siguiente acción.
La evasión de la rutina inevitable es algo que se me está dando bien e, incluso, puede que me haya sentido realizado más de una vez. El piano es algo que siempre me ha llamado, pero nunca he cogido la llamada. Al responderle cada vez más veces, hay algo extraño que pasa. Un trance. El trance. Tengo miedo porque me pierdo dentro de las notas, de las melodías que no existe hasta ese momento.
Pero es raro que no sepa hablar, que no tengo ni idea de cómo pronunciarle para que hable. Pero en ese momento soy políglota de mundo. Hay alguien que habla por mí, a través de mis manos agarrotadas de las fuerzas con las que quieren gritar. De algo que quiere gritar a ritmos lentos, desgarradores de músculos que no saben cómo bailar en un ritmo no danzable.
¿Cómo cojones estoy escribiendo melodías sin tener ni puta idea de cómo tocar? ¿Cómo es posible que la involuntariedad de mi cabeza le esté dando órdenes a estas manos frágiles y cansadas que sepan tocar acordes completos o desordenados con sentido, con magia, con ritmo? ¿Por qué?
Claro que sé por qué está pasando. Por mucho que cierre los ojos, sigo viendo lo que pasa. En esa prisión en la que empiezo en la primera pulsación, solo escucho la sentencia que disfruto sintiendo. Esa pequeña condena en la que quiero aprovechar cada uno de los días en los que estoy encerrado en ella. ¿Los conceptos tienen que ser malos? Has pensado que una prisión es mala, ¿verdad? No en este caso, te recuerdo.
Salgo corriendo porque quiero volver a volar como si de droga se tratase. A perder todas mis reservas de dopamina a pesar de no esforzar ni un solo músculo de la cara. Hay una letra continua en mi mente, como si de coros se tratara. Repitiéndose una y otra vez, perdiendo los ritmos una y otra vez, adquiriendo nuevas propiedades a cada nota que suena en el exterior.
Estoy componiendo por primera vez para alguien que ni siquiera me ha contratado. Habrá decenas de textos en este sitio destinado a una sola persona, más frágiles o profundos, pero nada comparables a lo que estoy llegando a sentir cada vez que comienzan a sonar las notas. Supongo que el pensamiento es la fuerza que me da a realizar lo que más me gusta, dándole todo el posible nivel que puedo ofrecer.
¿Te acuerdas de ese segundo en el que respiraba y perdía todo? Es real. Apago cualquier dispositivo y me voy a otro sitio, buscando la corriente que de una brisa real, fría y delicada. Porque cuando cierro los ojos, no me acuerdo de nada. No conozco nada de lo que jamás podría olvidar. Se ha materializado en algún sitio de mi cuerpo, ya está grabado en aquello que llamamos ‘corazón’. Suena cursi y trágico, pero creo que es algo que no puedo cambiar. Ahí te llevo y, cuando necesito ponerlo en algún lado, tu fuerza es lo que lleva el movimiento.
Ya no te conozco como ya me decías, ya no recuerdo todo como antes lo escribía. No será por el tiempo, sino por mi mente. No es que no quiera recordar, es que mis sueños diluyen tu figura. Ahora que ya no hay momentos, debo de crearlos. Ya no distingo realidad en este gran libro de ficción que me he escrito en estos lares efímeros. Ahora eres otra persona, a pesar de ser igual en todos los aspectos.
Puede que esté demostrando ciertos valores a una persona que no existe en vez de a la realidad. No quiero molestar y esto es una forma de no hacer daño a nadie más. Por mucho que me miren raro, por mucho que se interesen de qué siento y me miren raro por decir la pura verdad. Estoy loco y no tiene cura por el momento.
No necesito remedios, no necesito milagros, no necesito nada. Estoy bien, sin ningún problema. ¿Es malo vivir con una idea? Cada uno puede y debe de hacer lo que le plazca. Ahora mismo quiero tener una idea cerca de mi, por mucho tiempo que pase, por mucha locura interna que parece que lleve dentro.
Hay algo que brilla dentro de mí y quiero conservar cada segundo de vida de ese brillo. Yo puedo decir que todas las llamas de incendios que he provocado pueden seguir vivas, otros han incendiando bosques enteros y no han servido de nada. Yo quiero tener esta llama leve, que produce un calor disfrutable en este verano, en el próximos y en los que haga falta. Hasta que se apague y salga a buscar madera.
¿Qué hiciste conmigo? No lo sé, pero jamás me llegué a sentir así con nadie más. Parecía natural, pero tus recetas eran mágicas, casi utópicas. No tengo tiempo para desprenderme de la mejor sensación de mi vida. Así que ayudaré a otros de mientras me quede mejunje. Todo me hace feliz, incluso desde las sombras en las que observo.
Si no me quiero desprender de ello, será porque siempre seré parte de tu constelación.