Una persona me dijo una vez que el mayor conocimiento no se encuentra en los libros, sino en la sabiduría popular. El conocimiento que daban las personas que adquirían a lo largo de su vida podría enseñar bastante más que un libro de texto impreso hace varios años y aclamados por otras personas. El conocimiento popular enseña de sentimientos, de sentidos reales, de toques de calidad, de profundidad, de calidez. Te muestran y te enseñan cosas que jamás podrás aprender de una simple re-utilización de materias primas. Te enseñaran a vivir y te darán motivos para ser curioso, para ser una persona con ganas de aprender, de formarse en la vida.
Ahora bien, la teoría de esa persona no tiene por qué ser cierta:
+Un día dije que quería olvidar los estándares, que quería saber lo que me prepararía el mundo en los siguientes periodos de mi vida inciertos. El caso es que llegaban, daban ganas de conocer. Escuchabas a las personas, te decían cosas mágicas, te contaban historias que te llevaban a soñar partes del cielo jamás imaginables.
Piensas, ¿es posible crear esas realidades? ¿es posible tener la creación de una dualidad de tus pensamientos? ¿es posible ser y estar en realidad y fantasía? Y llegué a la conclusión de que vivía mi fantasía en la realidad. Pero es como un leve velo, translúcido, sigues las sombras y vas formando la historia. Es una dulce fantasía mortal.
-¿Mortal? – me preguntarás.
+Mortal. ¿Por qué? Porque las fantasías, si no acompañan a la realidad, puede llevar al acantilado de nuestros sueños. Donde acaban. Las personas te cuentan cosas, te muestran sus sentimientos más ocultos, tal que te lo presentan en bandeja de porcelana, con la suficiente delicadeza para que no lo notes, para que no percibas pero están ahí. Saben que han colgado de cada globo, cada idea, al final del cordel, una llave que abre un secreto. Las personas te llevarán hasta la mayor historia jamás contada. Pero cuidado, el hilo, el cordel de todos esos globos es muy frágil, casi de cristal.
-¿Hilos de cristal? – piensas.
+De cristal, he dicho. Por supuesto. El más mínimo detalle rompe todo esquema. El problema es que tú no observas el hilo, observas el globo. Y cuando lo ves cada vez más lejos, a tal distancia que ya ni tiene forma ovalada, piensas, ¿a dónde va mi fantasía? Y es cuando debes de saber que está ahí, el que se ha movido has sido tú, tu realidad se ha empezado a mover donde de verdad debe de pertenecer.
-¿Y por qué cambia mi realidad? ¿acaso yo lo deseo? ¡Yo quiero volver a donde estaba!
+¡Oh, querido lector? Más quisiera yo llevarte pero no me corresponde ese honor. Le corresponde a las personas que te han dado esa sabiduría, esa fantasía. Las palabras pueden ser tergiversadas y hasta, al cabo de un tiempo, modificadas en el olvido.
-¿Pero me dijo que…?
+¡Shhh! No lo pienses, sólo quédate con tu pregunta. ‘Dijo’, ni ‘dice’ ni ‘está diciendo’… Lo dijo, ha muerto esa idea. No vivas de una frase.
-¡Pues me gustaría saber dónde quedó todo aquello de competencia, desconocimiento indirectas y descubrimientos!
+¡Te lo diré! Lo ves allí, en aquel punto. Permanecerá hasta que tu realidad vuelva a ese punto y, en ese punto, no depende de ti, ni de mi. Sino de ellos.