Marinero sin tripulación, sin barco asignado.


¿Alguna vez has pensado en lo que te rodea?

Miles de veces. Y durante mucho tiempo. Porque eso es lo que me preocupa, lo de alrededor. Quiero sentirme cálido y no andar por calles frías buscando un sitio donde tenga que pedir una bebida para sentir algo de calor artificial. Y siempre acabas pensando en qué hiciste mal, qué no hiciste o qué debiste de hacer. Preguntas que, en el momento, no sabes la respuesta pero, librando de la presión poco a poco, encuentras más de una respuesta. No quieres pensar qué deberías hacer si pudieras cambiar el pasado o qué harás en el presente. No debes. Es inutil. Las personas quieren quedarse si su sentimiento es vivo. Si su sentimiento es real y deciden que este es el lugar que les pertenece.

Hay tardes que no hago nada, desconecto y escucho música. Pero no cualquier música; esa música que vosotros me enseñasteis. Soñando con vosotros, preguntando si os levantáis u os caéis. Si estáis bien u os escondéis para no saberlo. Y el camino ha estado plagado de todos vosotros. A veces, pienso que si podría cambiar algo, que si en mis manos está el poder de cambiar las cosas. Pero recuerdo, eso, recuerdo no olvidar la cantidad de veces que uno lo intentó en ese pasado no modificable, en el que intentaba recuperar amistades, relaciones de amigos, de amistades fuertes, de confidentes. Y lloro. Porque a muchos de vosotros os he perdido. Y lo he intentado por activa o pasiva, he ido a buscaros pero vosotros habéis partido, tenéis provisiones y pretendéis que el barco continúe durante mucho tiempo en el mar. Ahora sólo me queda esperar en puerto, mirando el horizonte, llorando por si algún día mis lágrimas llegan a romper en vuestro casco. Echándoos de menos. Echándonos de menos.

Nunca he olvidado las tardes. Nunca he olvidados las noches. Y nunca olvidaré las mañanas. Fuisteis vosotros la melodia de mi vida, la guitarra de ritmos que acompañaba en mi parte principal. Y me jode, si, me jode demasiado que a algunos no se acuerden de ti cuando no tienes nada que dar. ¿Y qué hacer ya? ¿Qué intentar? ¿Qué pensar? ¿Qué todo lo que se puede recordar no existe o nunca existió?

Abandono porque estoy solo. Y no me arrepiento de ello. Ya que hago lo mínimo, os recuerdo. Y no por lo que tenéis o por lo que sabéis hacer. Sino por lo que sois… o por lo que recuerdo que erais. Mucho tiempo he tardado en decir una palabra sobre este tema. Y, en estos últimos días, he confesado a amigos fieles, a amigos que saben qué soy y no qué creen que soy. ¿Qué confesiones? Palabras que nunca imaginaríais que diría. Nombres y coletillas como ‘no había nada malo pero me encantaría saber aunque sea algo’, ‘creas o no la echo de menos y por todos los malos rollos he perdido a alguien muy especial para mi’, ‘qué menos, éramos amigos y yo siempre me preocupé y hasta lloré con él’ o ‘me duele haber perdido a esta gran persona que quería ver en frente de mi casa todos los días’. Y duele.

Duele que la amistad se olvide; el amor fraternal se pierde y algunos nos despedimos de la cordura. Porque… las verdades completas son las más duras y las más tristes.

Deja un comentario