Todo lleva manual de instrucciones. Aunque sea lo más tonto en este mundo, aunque sea lo más simple que se haya creado. Siempre llevará un pequeño papel con una serie de pasos que te indicará qué debes hacer, hacia dónde debes girar y cómo debes de hacerlo para prosperar. Pero… ¿todo?
Nunca he sido un experto en juegos. He probado cientos, he participado en miles, jamás he sido un posible mentor para otros. Puede que haya llegado a tener gran nivel, pero se quedó en la última partida guardada. El azar nunca me ha acompañado hasta que llega el destino para apoyarme. He vivido rodeado de ellos: vivía entre ellos y he disfrutado cómo su pasión se convertía en biblioteca de conocimiento.
¿Pero yo? Nunca he llegado a saber qué es esa experiencia. No todos los trapos están hechos para limpiar y no todos los vasos están hechos para todos los líquidos. Sabemos nuestros límites y nuestras formas. Pero hay un juego que debemos de jugar en algún momento, por mucha pausa que le ponemos para continuar más tarde.
Yo no sé jugar a ese juego. Todo el mundo es experto en él, pero luego nadie se encuentra con la máxima puntuación. Podemos dar consejos que a nosotros no nos funciona y sí a otros personajes. Da igual cómo sean los otros personajes, somos nosotros mismos los que cuidaremos del principal.
Cada día nos enfrentamos a todos los retos que nos presentan problemas y lo superamos sin dificultades. Otros les cuesta algo más y los superan. Otros deciden rendirse. Otros deciden abandonar. Intentamos ayudarnos unos a otros, pero algunos tienen habilidad superior para esconderlo dentro de su ser.
Hay ciertas partes del juego que obviaremos para centrarnos al máximo en nuestras prioridades. Y es que no todo el juego está hecho para nosotros o no podemos jugar siempre a todo. Simplemente no podemos jugarlo todo. Nuestras elecciones son predefinidas por nuestra personalidad. Nuestros atributos los elegimos de forma involuntaria por mucha libertad de decisión que tenemos.
Las estrellas dicen que los pertenecientes al agua tienen magia dentro de su interior, utilizada solo por su entorno. Menuda chorradas hablan. Solo es texto de relleno. De algo tendrán que hablar para ganar seguidores. Si tenemos que creer todas las palabras que dicen sin conocernos, ¿no somos nosotros los expertos por creernos mentiras que sabemos que no son verdad? Eso es brujería.
Intento mejorar, quiero progresar. Pero veo que todo está programado como siempre ha sido. Como siempre he vivido. No puedo culpar a lo que me han obligado a convivir con ellos, los que me han formado indirectamente de los verdaderos valores. Si encierras un pájaro en una jaula, creerá que eso es lo mejor para su vida hasta que entienda o comprenda qué es la libertad. Y cuando la conozca, no podrás pedirle que se quede encerrado para alimentar el ego propio de alguien que cree que puede controlar absolutamente sobre el tiempo y el espacio.
He aprendido a desconectar antes que darle oportunidades a las personas. Lo peor de todo es que desconecto sin pensar ya en lo que se merecen. Sé que hay gente a la que hago daño haciendo esto, lo sé, créeme; cada día lo sufro aunque no creas que no lo hago. Como cada profesor al comienzo del día, hago repaso y listado de los asistentes. En mi corazón siempre estaréis presentes. Aunque no os de la oportunidad ahora, siempre estaréis.
Y, aún así, todavía no sé jugar al juego. Todo son intenciones buenas, pero sigo huyendo. Tengo mis reglas internas involuntarias y nunca estaré conformes con ellas. Porque sé que me estoy perdiendo demasiado de lo que deseo. Sé que me estoy prohibiendo algo que me beneficia. Pero el miedo es el miedo y tenías razón: tengo miedo a decepcionar a las personas. Y cuando lo hago solo decepciono más a las personas. Son mis épocas… Unas estoy en la cima y otras estoy rodando hacia abajo de ella.
Este juego de escribir solo es una falsa transición de soltar palabras en el aire para que alguien me escuche sin tener que abrir la boca. Todos los textos acaban hablando de todo el mundo, de todo el conocimiento que al final del día no tengo al que transmitir. Toda la edad se diluye en el vaso para hacer realidad las profecías de la vejez. Cuanto más grandes, más alejados. Cuanto más conectados, más desconocidos…
Ojalá decir ‘tienes razón’ que un ‘no’ rotundo. Dejar de gritar para escuchar una vez más antes de decidir. De girarse y hablar en vez de ir a llorar al baño. De dar las gracias por todo lo que he aprendido en vez de dar la espalda e ir por donde he venido. Hay tantas cosas a lo largo del día que no nos damos cuenta. E incluso, cuando lo sabemos, no tenemos tiempo para decirlo. Nos llevamos el mensaje a lo largo del día y ‘es demasiado tarde, mejor mañana’. Y mañana es otro día en el que desaparece el mensaje. Todo se diluye.
Algún día aprenderé a ser mejor. No creo que sea tarde ya, pero sí necesario. Me dieron las pautas y creo que fue la vez que más atento estuve. Me enseñaron por primera vez y de verdad. Aunque luego no lo demostré, lo tengo como mantra desde el día que me equivoqué.
Pero el juego debe de continuar una vez más. Esto solo es un texto más que todo el mundo salta, salvo los que quieren conocer la historia en profundidad. No me interesa que se extienda, no es mi intención. Si quisiera, iría a las plazas de los pueblos a proclamar y alabar el mensaje que traigo. Solo paso por la ciudad para dirigirme a otra.
Para una vida que tenemos en nuestras manos, debemos de jugarla hasta el final.