Supongo que la lluvia me apaga. Será el único interruptor que funciona últimamente. Pero su función es inversa. Tampoco me preguntes, no soy electricista. Tiene ese momento que piensas de no estar allí, de no estar esperando la llamada, de no estar parado dentro del coche… Esperando… Perdiendo el tiempo.
Todos tienen la clave, la solución y la maldita tesis que sacará de todos los problemas de la vida. Todos dicen que habría que vivir de una forma natural, orgánica y fluida. Lo más interesante es que viene con la maleta lista. La maleta que se hace al huir de forma furtiva. Y tocan a la puerta, buscando algo que no podría dar. Estoy de mudanza. Siempre daré paso y cobijo, pero al final se queda todo en el mismo sitio. Barreras infinitas que se crearán dentro de las cuatro paredes; pasan como quieren. El bueno seguirá siendo idiota y el idiota seguirá sin confirmar en nada. No molesta, no importa, ¿Pero lo saben? ¿Saben lo que hacen?
Todos se cuelgan medallas; son altos rangos en cargos inexistentes. Todos sabrán decir que los mejores en común somos nosotros, todo será risas hasta que llegan las órdenes. Los barracones permanecerán en silencio esperando a que digan nuevas órdenes. Pero no llegarán. Los soldados han sido educados, ni bien ni mal. Educados de la forma que no se ganará ni batallas, ni guerras, ni problemas básicos. No todos lucharon en las mismas situaciones, puede que la diferencia de batallas haga que no entiendan las incursiones. Supongo que todo puede ser más básico en el fondo, a pesar de estar viendo cómo avanza la unión.
Todo indica que me quedaré pensando en el enemigo, que puede que no sea tan malo como se ve. Me alejé de sus ideas, desaparecí de sus líneas. Pero siempre hay calor cuando más frío se tiene. La propaganda es fría, odio y masacre. Pero solo sé que es un demonio más que quiere ayudar. Sigue siendo un ángel caído que apoya desde otro lugar, pero no quiere que traicione mis creencias. No me obliga a mantener la postura contraria. Solo quiere que, entre tantas guerras, no perdamos las cabezas. Habrá gente, pero siempre nos unimos al enemigo. Será porque vale la pena, será porque a los enemigos “nunca le gustó, pero por lo que cuentas parece envidiable”.
Todo invita a salir, a escapar, a perderse entre soluciones salinas. A buscar la mejor playa perdida, construir una casa de madera y no escribir dirección, sólo un número. Que sea el uno y no necesitar más. Si te dan la oportunidad, es donde siempre volverás. A la tranquilidad, al juicio olvidado, al “todo ha pasado, pero estamos aquí”. La casa te llamará porque sabe la tranquilidad que respiras entre las cuatro paredes que se construyó poco a poco. Tan firmes, tan confortables. Y si de verdad te dan la oportunidad, no saldrás corriendo. No te dará la libertad que tanto deseas, porque algo dentro de ti sabe que eso es la pequeña ayuda que necesitas. Dirán que esa casa será la peor, ¡SAL CUANTO ANTES!; como si vuestra felicidad de caja de cartón fuera a curar los males.
Todos querrán vivir dentro del círculo que proporcionas. Ese que cerraste para evitar que sigan rompiendo los muebles. No será una pecera redonda, no vendrán a limpiarla. Seguirá sin verse después de semanas si no ayudas a ordenarte. Y quieren llevar la mentira como verdad absoluta y no habrá escudo que te proteja. Por eso gritamos aunque salgan burbujas. Aunque le produzcamos risas a los que nos observan desde lejos. Ni siquiera nuestro mejor compañer@ de aventuras nos hará caso. Es el problema de los submarinistas, observan y ahí se quedan si solo han aprendido ver y no a sentir. A limpiar el entorno por lo que nos ofrece. Ley de vida, ley de pecera.
Todos los caminos llevan al kilómetro cero, pero ¿Cuál es el verdadero cero? ¿Cuál es el verdadero punto central que buscamos como patos en lado pensando dónde estará la salida? ¿Es ésta pregunta una pregunta doble o que se están doblando las palabras? No sabemos dónde vamos, pero sí dónde queremos ir. Los suelos están llenos de sueños. De ahí se formaron los caminos de tierra entre verdes praderas. Túneles en los peores momentos, los más duros. Puentes cuando no teníamos otra forma de superarlo. Y es que solo queremos querer cuando queramos de verdad. O de verdad queremos esforzarnos. Construir de cualquier forma a cualquier precio. Ser escultor por esfuerzo y no por regalo. Esto no será Matrix en su versión final, no habrá despertar. Se acabó el esperar. Hay que empezar a cincelar, cueste lo que cueste sobre la piedra más dura que se encuentre. Que notes que esa piedra se quedará a tu lado y que se mueva con los aires en los desiertos. Que deje rastro y que no te preguntes cómo sino por qué. No habrá ningún motivo, esa es la cuestión. Lo sabrás, pero nadie más.
Todo se basa en una promesa que hizo mi corazón y no mi cabeza. Jamás hice nada bien en mi vida y lo pago cada día. Me diste tiempo exacto para conseguir la eternidad y lo perdí como humano que soy. Pero mi mente jamás se rindió y me lo recuerda cada mañana; a cada acción, a cada reacción. Como si no hubiera tiempo para hacerlo cuando queda el resto de la vida. Necesita avisar de que aprender nunca se nos dio bien. Aunque teníamos de bandera los errores que cometieron contra nosotros, de que éramos mejores, ahí estaba yo para repetirlo. Tarde, mal y sin enterarme. Cavando cada vez más profundo y no para enterrar cimientos, sino ataúdes. Y no sería por oportunidades, había clavos hasta el fin del mundo donde recorrer uno a uno.
Todo lo que ha ocurrido, no ha ocurrido nunca. Al menos en mi, en mi cordura. Cualquier tierra puede llenar un hueco, pero no todas las tierras poseen las mismas cualidades, las mismas propiedades. No había precedentes, nunca había aprendido tanto en tanto poco tiempo. Por eso jamás apagué la radio del coche. Por eso no quería perder la esperanza, por eso mi mente murió aquella noche y no recordaba ni cómo me llamaba. No llegué a responder a la llamada correspondiente. Y es que es difícil mirar atrás y decir “qué”; para volver mirar al frente y querer huir como si no existiera carretera. Caída infinita hacia un vacío inexistente. Con un latido tan lento. Bosque profundo sin luz que guíe.
Todo tiene un valor ridículo, ya no existe economía en mi continente. Lo poco que quedaban en las arcas, se ha extinguido. No quiero moneda fraccionaria, quiero vivir un poco más de las necesidades básicas. Quiero callar a mi mente y que no hable fuera de mi permiso. Quiero volar aunque no esté físicamente preparado para ello. Quiero bloquear escenas aunque sigan vivas a su libre albedrío. Quiero sentir el aire cuando esté encerrado en movimiento. Quiero tantas cosas que resultan efímeras en mi piel, perpetúas a los demás. Por mucho que quiera sé que habrá que esperar a todo. Como siempre. Como lo quiere el tiempo. Porque con el paso del tiempo, se gana valor. Se pierde y vuelve al paso inicial. A empezar a ganar más valor. Sueño más que hubiera pasado en aquel río si no hubiera estado con la cabeza en los hombros. Son vías de escape. ¿Qué hubiera pasado si…? Nada. Absolutamente nada. Como los desvaríos eternos de estas líneas.
Todo lleva un secreto oculto, profundo. Será porque estamos hartos de construir grandes rascacielos. Para que sólo importe las vías del metro. Supongo que no todos los arquitectos pueden ser grandes maestros. Ni yo puedo hablar de arquitectura sin saber de firmes. Expertos hay por todo el mundo, al menos lo reconozco. Pero no poder hablar de algo que necesitas contar es algo duro. Más aún cuando lo cuentas y nadie escucha. Peor aún cuando ya no quedan más opciones.
Todo inicio tiene su final y yo estoy en el intermedio. Soñando con fin de año, como si fuera primeros de año. No ha cambiado nada. Otro año igual aunque ya no distingo tiempo. Sé que no está bien, pero sé que el reloj está en hora. Quien sabe, a lo mejor en la espera, te das la vuelta en el rumbo que se espera que mirarás. Levantarás la cabeza, girarás la cabeza 30 grados a la derecha y me veras allí de pie. Soñando con que las próximas palabras sean “despierta”. Por todas aquellas horas que soñé despierto viendo cómo soñabas. Supongo que el letargo me está dejando entumecido. Es por eso que ya no soy nada de lo que fui y no lo volveré a ser. Se perdió todo en el incendio. Otra vez volveré a ser hielo. Habrá que esperar.
Todo se resumen en que la lluvia me pone triste o es una excusa perfecta para decir… Echo de menos todo, a todos y a ti.