El daño de las palabras dulces.

Son las 1:35 AM. No tienes sueño, no tienes ganas de hacer nada pero tienes tiempo de decir, de pensar un poquito y plasma alguna que otra cosa que te ronda por la cabeza. No esperes un texto largo, sólo es un pensamiento que tengo desde hace unas semanas y no quiero ni darle importancia ni darle un texto largo que no se merece. Vamos a ver que escribo.

A veces, no pensamos ni lo que hacemos ni lo que decimos. Expresamos cualquier cosa con tal grado de confianza que no sabemos valorar el nivel de nuestras palabras. Ya no digo que sea algo que roce la generación de sentimientos amorosos, sino de los momentos en los que se dice que necesita una persona pero cambia al igual que cambian de canal en una televisión. Fácil, se suele decir que se necesita, que se aprecia pero luego se huye, se corre o se grita auxilio cuando esa persona está libre y sin miedo. Es algo que no es culpa de esta persona que cubre una necesidad, tampoco puede ser de la persona que pide auxilio, es algo raro. Las personas no conocen cómo hablar para que todo sea o esté a nivel del que de verdad se quiera expresar. O…

O saben lo que hacen, lo que dicen, lo que esconden pero no expresan. ¿Utilizan a las personas? ¡Oh, eso no puede ser! No existen personas tan malas en este mun… Sí, te sumerges en el silencio. ¿Por qué? Tu mente te llena de pensamientos, de recuerdos que te dicen que sí existen este tipo de personas, estas mentes manipuladoras que, no es que disfruten, es que lo necesitan y se libran cuando ya no es necesario, se libran de una persona, cual camisa vieja que se desecha para trapos. Es triste, existen y cada vez más. Voluntario e involuntarios, nos rodean. Tened cuidado, intentad libraros de cualquier mal. Suerte, pequeños.